En los últimos tiempos, se están desarrollando enfermedades que hasta hace unos años eran anecdóticas. Conforme erradicamos plagas como el cólera, la peste o la viruela, aparecen otras aún más virulentas si cabe. El sida, el cáncer, la leucemia o la fibromialgia se han disparado en los últimos años de tal manera que uno de cada seis habitantes del mundo occidental contraerá en algún momento alguna de estas afecciones.
Hasta el siglo pasado, a pesar del elevado indice de mortalidad, los niños que superaban la adolescencia, tenían casi asegurada una juventud sana si lograban esquivar la tuberculosis y algunas formas virulentas de gripe. Con la llegada de los antibióticos, las plagas bacterianas fueron prácticamente erradicadas de la sociedad moderna, la vacunas, la higiene y la alimentación hicieron descender drásticamente la mortalidad infantil, pero de un tiempo a esta parte, un nuevo tipo de peste se está cebando en nuestros jóvenes.
Dejando a parte el Sida, un síndrome muy controvertido y del que cada día se genera más discrepancia a nivel médico y científico, nos encontramos con que el índice de afectados por cánceres, leucemias,SQM o linfomas se ha multiplicado por diez en los últimos decenios.
¿A que se debe la eclosión tan disparatada de este tipo de afecciones?.
Está claro, y a pesar de que por razones obvias, nadie ha realizado un estudio científico a nivel mundial, que la explosión de Chernobyl, ocasionó una contaminación radioactiva de tal magnitud, que en los años posteriores, millones de personas residentes incluso a miles de Kilómetros de la URSS se vieron afectadas por la nube letal que llegó hasta el norte de África.
El uso intensivo y desproporcionado de electrodomésticos y terminales que generan microondas y radiaciones en todo el espectro, como los teléfonos móviles, la wifi o los monitores informáticos, tiene mucho que ver en esa nueva plaga. Las señales procedentes de las antenas o de los cables de alta tensión, interactúan con el código genético de las células del organismo, pudiendo llegar a producir mutaciones que degenerarán en cáncer o tumores malignos, así mismo atacan a la médula donde se generan las defensas del cuerpo, reprogramando sus códigos y generando leucemias y linfomas.
El uso incontrolado de transgénicos, pesticidas y piensos artificiales, así como la agricultura “de camara fria” y la ganaderia “estabularia”, nos han conducido a la paradoja de que la sociedad más obesa de la historia es la que está peor alimentada. Exceso de grasas, y carencia de oligoelementos, minerales y vitaminas naturales, contribuyen a bajar las defensas del organismo y hacernos más vulnerables a este tipo de ataques. Si completamos el cuadro con una sobredosis de stress, insatisfacción personal y carencias afectivas, tenemos todos los ingredientes para un cóctel emponzoñado del que todos bebemos a diario.
Purgamos como individuos los pecados que cometemos como especie, hemos envenenado el medio ambiente, destruido la capa de ozono y contaminado tierra, mar y aire. Los frutos de tal amarga cosecha, los estamos recolectando ahora, pero puede que nuestros hijos se lleven la peor parte.