Solo los que hemos sufrido este apagón somos capaces de entender el sufrimiento que conlleva una depresión profunda. Hoy en día a cualquier bajón se le llama estar deprimido, una semana agotadora, problemas económicos, conflictos con la pareja pueden hacer sentirnos preocupados, malhumorados o desmotivados, pero la depresión es algo mucho más grave.
Hace unos años y sin motivo aparente empecé a hundirme en mi mismo, no hubo un detonante, ni tan siquiera un móvil objetivo pero de repente empecé a tener miedo. Problemas que hasta entonces eran un juego de niños se me hacían inabordables, tenia terror a enfrentarme con mis trabajadores o mis clientes hasta el punto de esconderme cuando alguien asomaba a la ventanilla.
Me inventé, o me produje voluntariamente enfermedades para no asistir al despacho, me quedaba encerrado en casa sin ganas de levantarme, nada me interesaba, solo quería vegetar y evadirme de mi mismo. Descuidé mi aspecto, no me afeitaba, no me duchaba, vagaba por casa como un fantasma con la sabana del pijama, no tenia interés en la lectura, en la escritura, ni tan siquiera en la música.
Empecé a beber, lo que en principio era una pipa el fin de semana, se convirtió en dos o tres al día, entraba a saco en la nevera y comía compulsivamente y cuando entraba en los grandes almacenes tenía que salir cargado de artilugios. Pasaba horas llorando sin motivo, era un llanto amargo, desesperado y las lágrimas me abrasaban el rostro. En mis contados momentos de lucidez, me daba cuenta de que me estaba deslizando al abismo, pero no quería admitirlo, algo había tomado posesión de mi alma y me robaba la lucidez y la voluntad-
Procuraba disimular, pero ya no era el mismo, ya no sonreía, ya no era el alma mater de las reuniones, ya no contaba chistes y reía hasta la madrugada, solo quería desaparecer y a veces incluso, desaparecer del todo.
Un día me mire en el espejo y no me reconocí, aquel no era el hombre alegre, enérgico y soñador que yo conocía, era un esperpento de mi mismo que se burlaba desde el otro lado de la luna, me di cuenta que estaba en el punto de no retorno, un paso hacia adelante y me precipitaría en el vacío.
La escalada fue dura y con recaídas, gracias al apoyo incondicional de mi esposa, pude reemprender el camino de vuelta, fueron meses de dudas, de llanto, de incertidumbre, pero poco a poco, el sol volvió a iluminar mi existencia.
De vez en cuando el camino se estrecha y mis pies resbalan hacia el precipicio, pero ahora tengo a donde agarrarme, he aprendido a apartar la vista del abismo y mirar hacia adelante, he vuelto a tomar el control de mi vida, pero nunca podre olvidar que un día no muy lejano, regresé de entre los muertos.