martes, 7 de julio de 2009

EL PESCADORCITO DE URASHIMA

Cuando era niño, tenia un libro de cuentos que leia y relia hasta aprendérmelo de memoria, habia un cuento en especial que me atraia, y a la vez me daba miedo, era demasiado pequeño para entenderlo, ahora que soy mayor, su mensaje me da más miedo todavia.

Vivía muchísimo tiempo hace, en la costa del

mar del Japón, un pescadorcito llamado Urashima,

amable muchacho, y muy listo con la caña y el anzuelo.

Cierto día salió a pescar en su barca; pero en vez

de coger un pez, ¿qué piensas que cogió? Pues bien:

cogió una grande tortuga con una concha muy recia

y una cara vieja, arrugada y fea, y un rabillo muy

raro. Bueno será que sepas una cosa, que sin duda

no sabes, y es que las tortugas viven mil años: al

menos las japonesas los viven.

Urashima, que no lo ignoraba. dijo para sí: «Un

pez me sabrá tan bien para la comida y quizá mejor

que la tortuga. ¿Para qué de he matar a este pobrecito

animal y privarle de que viva aún novecientos

noventa y nueve años? No, no quiero ser tan cruel.

Seguro estoy de que mi madre aprobará lo que ha

go.»Y, en efecto, echó la tortuga de nuevo en la

mar.

Poco después aconteció que Urashima se quedó

dormido en su barca. Era tiempo muy caluroso de

verano, cuando casi nadie se resiste al mediodía a

echar una siesta.

Apenas se durmió, salió del seno de las olas una

hermosa dama que entró en la barca y dijo:

-Yo soy la hija del dios del mar y vivo con mi

padre en el Palacio del Dragón, allende los mares.

No fue tortuga la que pescaste poco ha y tan generosamente

pusiste de nuevo en el agua en vez de

matarla. Era yo misma, enviada por mi padre, el

dios del mar, para ver si tú eras bueno o malo. Ahora,

como ya sabemos que eres bueno, un excelente

muchacho, que repugna toda crueldad, he venido

para llevarte conmigo. Si quieres, nos casaremos y

viviremos felizmente juntos, más de mil años, en el

Palacio del Dragón, allende los mares azules.

Tomó entonces Urashima un remo y la princesa

marina otro; y remaron, remaron, hasta arribar por

último al Palacio del Dragón, donde el dios de la

mar vivía e imperaba, como rey, sobre todos los

dragones, tortugas y peces. ¡Oh, qué sitio tan ameno

era aquél! Los muros del Palacio eran de coral; los

árboles tenían esmeraldas por hojas, y rubíes por

fruta; las escamas de los peces eran plata, y las colas

de los dragones, oro. Piensa en todo lo más bonito,

primoroso y luciente que viste en tu vida, ponlo

junto, y tal vez concebirás entonces lo que el Palacio

parecía. Y todo ello pertenecía a Urashima. Y ¿cómo

no, si era el yerno del dios de la mar y el marido

de la adorable princesa?

Allí vivieron dichosos más de tres años, paseando

todos los días por entre aquellos árboles con

hojas de esmeraldas y frutas de rubíes.

Pero una mañana dijo Urashima a su mujer:

-Muy contento y satisfecho estoy aquí. Necesito,

no obstante, volver a mi casa y ver a mi padre, a mi

madre, a mis hermanos y a mis hermanas. Déjame ir

por poco tiempo y pronto volveré. -No gusto de

que te vayas -contestó ella-. Mucho temo que te suceda

algo terrible; pero vete, pues así lo deseas y no

se puede evitar. Toma, con todo, esta caja, y cuida

mucho no abrirla. Si la abres a pesar de mi advertencia,

no lograrás nunca volver a verme.

Prometió Urashima tener mucho cuidado con la

caja y no abrirla por nada del mundo. Luego entró

en su barca, navegó mucho, y al fin desembarcó en

la costa de su país natal.

Pero ¿qué había ocurrido durante su ausencia?

¿Dónde estaba la choza de su padre? ¿Qué había

sido de la aldea en que solía vivir? Las montañas,

por cierto, estaban allí como antes; pero los árboles

habían sido cortados. El arroyuelo, que corría junto

a la choza de su padre, seguía corriendo, pero ya no

iban allí mujeres a lavar la ropa como antes. Portentoso

era que todo hubiese cambiado de tal suerte

en sólo tres años.

Acertó entonces a pasar un hombre por allí cerca

y Urashima le preguntó;- ¿Puedes decirme, te

ruego, dónde está la choza de Urashima, que se hallaba

aquí antes?

El hombre contestó: -¿Urashima? ¿Cómo preguntas

por él, si hace cuatrocientas años que desapareció

pescando? Su padre, su madre, sus

hermanos, los nietos de sus hermanos, ha siglos que

murieron. Esa es una historia muy antigua. Loco

debes de estar cuando buscas aún la tal choza. Hace

centenares de años que era escombros.

De súbito acudió a la mente de Urashima la idea

de que el Palacio del Dragón, allende los mares, con

sus muros de coral y su fruta de rubíes, y sus dragones

con colas de oro, había de ser parte del país de

las hadas, donde un día es más largo que un año en

este mundo, y que sus tres años en compañía de la

princesa habían sido cuatrocientos. De nada le valía,

pues, permanecer ya en su tierra, donde todos sus

parientes y amigos habían muerto y donde hasta su

propia aldea había desaparecido.

Con gran precipitación y atolondramiento pensó

entonces Urashima en volverse con su mujer, allende

los mares. Pero ¿cuál era el rumbo que debía seguir'.'

¿Quién se lo marcaría?

-Tal vez -caviló- si abro la caja que ella me dio,

descubra el secreto y. el camino que busco.

Así desobedeció las órdenes que le había dado la

princesa, o bien no las recordó en aquél momento,

por lo trastornado que estaba.

Como quiera que fuese, Urashima abrió la caja.

¿Y qué piensas que salió de allí? Salió una nube

blanca. que se fue flotando sobre el mar. Gritaba él

en balde a la nube que se parase. Entonces recordó

con tristeza lo que su mujer le había dicho de que,

después de haber abierto la caja, no habría ya medio

de que volviese al Palacio del dios de la mar.

Pronto ya no pudo Urashima ni gritar, ni correr

hacia la playa en pos de la nube.

De repente, sus cabellos se pusieron blancos

como la nieve, su rostro se cubrió de arrugas, y sus

espaldas se encorvaron como las de un hombre decrépito.

Después le faltó el aliento. Y, al fin, cayó

muerto en la playa..

¡Pobre Urashima! Murió por atolondrado y desobediente.

Si hubiera hecho lo que le mandó la

princesa, hubiese vivido aún más de mil años.

Dime: ¿no te agradaría ir a ver el Palacio del

Dragón, allende los mares, donde el dios vive y reina

como soberano sobre dragones, tortugas y peces,

donde los árboles tienen esmeraldas por hojas y rubíes

por fruta, y donde las escamas son plata y las

colas oro?

VALERA

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