Hemos sido los parias de las artes
los bufones del circo de papel
postergados en todos los banquetes
expulsados al este del Edén
condenados al fuego del olvido
He tomado la pluma
como quien toma un arma
la he cargado de bilis,
la he cargado de rabia
y he rasgado la hoja
que confiada esperaba
la dorada caricia
de unas dulces palabras.
He esgrimido la pluma
como si fuera un hacha
y he templado su filo
en el fuego del alma
en la hoguera del odio,
en la sangre bastarda
de esos hijos de hiena
con camisa y corbata
De esos fétidos buitres
que esperando la presa
picotean furiosos
titulares de prensa
nauseabundas noticias
pegajosas mentiras
que se vuelven verdades
a fuerza de repetirlas.
He empuñado la pluma
cual flamígera lanza
ensartando falacias
traspasando pantallas
reventando panfletos
y soflamas airadas
que rezuman la mierda
con que inundan la casa
mientras matan la tierra
con sus guerras pactadas.
JUANMARMO
.
En la olla bulle la sopa. En la cazuela, un pollo con especias. La joven desmenuza unos pimientos asados y se funde en los aromas espesos de la cocina. Pertrechada con cazuelas y cucharones, alza una muralla de azulejos blancos. Su minúsculo dominio sin reino. Esparce la pulpa encarnada sobre el guiso. El agua templada borra el perfume dulzón de sus dedos. Una mano en la cadera, otra en el vientre hinchado. El niño se mueve. El niño de él.
Toma una cuchara de palo y prueba la salsa del pollo. Pizca de comino. Pizca de azafrán. Otro movimiento en la panza. ¿Sabrá quererlo si ella ya no quiere a nadie? No, en la cocina no, se regaña, aquí no entran los desvelos. Aquí, el mundo es al revés. Toma dos naranjas, las pela y las corta en rodajas. El jugo se extiende por la tabla de madera. Al hundir el cuchillo, unas gotas saltan hasta la comisura de sus labios. Con la lengua recoge el néctar. Espolvorea la fruta con azúcar y canela. Casi a hurtadillas, roba un pedacito. El más pequeño. El más feo. Un par de minutos para las nueve. A él le gusta cenar a la hora en punto. Apaga el fuego de la sopa, toma la olla y abre la puerta de la cocina. Su piel se torna hielo. Y su mente, un embrollo de tristeza y odio. Él la espera. El marido. El desconocido. El hombre que sus padres decidieron meter cada noche en su cama. Sirve la sopa. Cuando ella la prueba, le sabe a nada. Igual que su vida.
¿Qué conjunción de astros perpetró nuestro encuentro?
¿Cuántos nudos desató el destino
para cruzarnos al doblar la esquina?
El tiempo se ha plegado como un acordeón cósmico
y el ayer ha roto aguas inundando mi estancia.
Hablamos como si cronos no existiera
como si el mundo fuera plano e infinita la tierra,
pero tú y yo sabemos que Brigitt nos separa
que habitamos universos paralelos
y escuchamos los ecos del pasado
intuyendo presencias,
que incluso hay momentos que tu olor me llega
como un soplo de sándalo en la noche,
pero mi abrazo se pierde entre las sombras
que reflejan tu ausencia.
¿Eres real o a caso un sortilegio?
el fuego de tu antorcha aun humea en mi vientre
y me vierto a raudales cuando sueño tu embate,
tus dedos arañando mi grupa
y tu lengua trenzándose en la mía
cual serpientes en celo.
Mas las brumas de Avalon se cierran,
el embrujo se esfuma y despierto flotando
en el lago sin fondo de mi lecho
añorando tu cuerpo que es tan solo un reflejo,
el espejismo de un oasis que engulló el desierto
y que tan solo sobrevive en los anales
de mi turbio recuerdo.
Shemirramis
Zapatero no se mueve ni un milímetro. Insiste. Aceptar la devolución de la vivienda a cambio de liquidar la hipoteca supone un riesgo para la salud de los bancos. Al momento, el vómito invade nuestra garganta y, esta vez, cuesta demasiado tragárselo. El argumento suena a aceptación de chantaje: si no preservamos el negocio de la banca, el dinero de todos está en juego. Eso mismo debe pensar la víctima de una extorsión cuando paga para proteger la vida de su familia.
Entonces, ¿qué hacemos con la náusea que nos invade? ¿Debemos seguir atrapados en un sistema perverso en el que siempre gana la codicia y la falta de ética de los mismos? Nuestros bancos tasaron los pisos por las nubes; exhortaron a todos, incluidos los que no podían asumirlas, a contratar hipotecas para comprarlos. Siguiendo los pasos de sus colegas americanos, nos hundieron en esta crisis que está dinamitando los restos de la socialdemocracia. Y ahora, se quedan con los pisos de los insolventes, los sacan a subasta, los compran ellos mismos u otras mafias por la mitad de su valor y patean al desahuciado dejándole el resto en deuda.
Zapatero -el PSOE- no se mueve. Y es evidente que tampoco lo hará el PP de Rajoy. Los únicos que aritméticamente pueden gobernar este país. Su inacción les convierte en cómplices de la codicia de la banca y a los ciudadanos solo nos queda elegir: o tragarnos el vómito o escupirlo.
Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
Foto: Kim Manresa
'La mujer-precipicio'
Cristina es más conocida como Princesa Inca, y colabora desde hace seis años en la ¿tertulia de locos¿ de La ventana de Gemma Nierga (cadena Ser, de cinco a seis de la tarde de cada viernes). Desde niña ha escrito poemas, su bálsamo íntimo ante las heridas hondas que el hecho de estar viva le inflige. Ahora publica el poemario La mujer-precipicio (Libros del Silencio), que así es como se siente ella, con el deseo de que sea un ¿homenaje a todas las mujeres que viven al filo del precipicio sin precipitarse¿. Su poesía es potente, cruda, contundente y convincente, sin filtros. La Princesa Inca (laprincesainca. blogspot.com) reivindica la sabiduría del loco. Es la que contienen sus bellos poemas.
Princesa Inca... ¿por qué?
Hace siete años ingresé en el hospital psiquiátrico sintiendo que era una princesa inca.
¿Qué recuerda?
Que estaba muy regalada en Machu Picchu, con vistas a unas cumbres preciosas. Era un mundo bello e ideal...
¿Qué le dijeron los médicos?
Que era un falso recuerdo, que era parte de mi enfermedad.
¿Qué enfermedad?
Trastorno esquizoafectivo, mezcla de bipolaridad y esquizofrenia: me etiquetaron así.
¿Y qué piensa usted?
Yo sentía conocer ese lugar: ¿alguien realmente está en condiciones de negarme que se trate de un recuerdo de otra vida?
…
¡Nadie puede! Y discrepo de mi etiqueta médica: ¿por qué meterme a mí junto a otro montón de personas bajo una determinada etiqueta? Carece de rigor: ¡debería haber una etiqueta para cada persona!
¿Por qué la ingresaron a usted?
Tenía brotes sinestésicos: un sonido olía, un color sonaba, las percepciones interactuaban y sentía ser Buda, ser Jesús... Pasaba por arrebatos místicos, extáticos...
¿Quién la condujo al hospital?
Un grupo de amigos, al verme dialogando con Janis Joplin, con Camarón...
¿Cómo se sentía?
Yo bien: a mí no me parecía que estuviese pasándome nada extraño...
Pero la ciencia médica tiene sus criterios y sus protocolos.
Discutibles: ¿quién traza la línea entre cordura y locura? ¿Y por dónde la traza? ¿Y por qué? ¿Y por qué ahí y no allá?
Respóndase.
Yo no estoy loca: ¡estoy psiquiatrizada!
Diagnosticada.
Hay mucha gente que está como una puta cabra... pero sin diagnosticar. Y dirigen diarios, teles, bancos, clubs de fútbol, países...
“La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco”, que decía Dalí.
Un loco es un hipersensible al que le duele la realidad hasta lo insoportable.
¿Hasta el suicidio?
Es una opción. Estuve al filo, pero sopesé el dolor que cargaría sobre gente que amo.
¿El arte ayuda?
Sí. Muchos pintores, escritores, poetas, músicos, cantantes, filósofos –¡Nietzsche!–, artistas... podrían ser encerrados (y a veces lo fueron), pero con prestigio, poder, carisma o dinero, te llaman excéntrico, te perdonan y te respetan. Si no... ¡te encierran!
¿Se sufre en un psiquiátrico?
Un psiquiátrico es una casa de torturas. Te tratan como a un escombro. Cuando ingreso, siempre hay un momento en que necesito pasearme desnuda por los pasillos... ¿Y sabe cuál es la reacción de los médicos?
…
Reducirme, atarme, inmovilizarme, sedarme y aislarme. ¡Nos quieren tranquilos y babeantes! Para ellos, todo es mero mecanicismo bioquímico, desdeñan las emociones...
Falta de humanidad, de sensibilidad.
Me han etiquetado, y eso conlleva fármacos, y el Estado paga a la industria farmacéutica por mis fármacos...: ¡qué gran negocio! Psiquiatrizan ya a niños, que seguirán estándolo hasta la vejez... ¡Jugada redonda!
¿Y cuál es la alternativa, Princesa?
Tratamientos psicológicos para dilucidar el origen de mi conducta, para comprenderla. Pero eso... implica demasiados esfuerzos.
¿Ha intentado alguna psicoterapia?
Ya me gustaría, pero las terapias alternativas cuestan demasiado dinero: no puedo.
¿La locura se cura?
En muchas culturas, al loco se le escucha: se acepta que accede a otra comprensión de la realidad, a una lucidez. Y es el chamán, es el oráculo. Pero aquí no: ¡aquí da miedo!
¿Por qué será?
Porque se prioriza cierto orden preestablecido, y si alguien grita, canta, danza, si “no toca”... ¡ah, eso altera y espanta mucho!
¿A qué cree que tenemos más miedo?
A la locura. Al dolor. A la muerte. Yo no.
¿No?
No. La muerte es una puerta de la vida a otra dimensión de paz. Y el dolor es parte de la vida, así que anestesiarlo equivale a anestesiar parte de la vida misma.
Buf, cuesta aceptar esto...
Ya. Yo he aprendido a estar triste sin sentirme culpable, a decir a los amigos “hoy estoy triste, prefiero estar sola”, sin disimulos, sin avergonzarme por ello. ¡Y no pasa nada!
¿Cómo le ayuda la poesía?
¡Es mi mejor refugio! El poeta puede decir “la luna me mira” o “la noche me habla” sin que por ello le encierren... La poesía es vecina de la locura, pero como es sólo poesía... no te encierran, ja, ja. ¡Es mi mejor terapia!
¿La poesía puede sanarnos?
Alivia mucho ver fuera de ti lo que antes estuvo dentro. Ahí puedo hablar con todo detalle y sin pudores del sexo, el dolor, la muerte, el insomnio, la locura, la risa...
¿La risa?
Yo me río de las cosas terribles que me han pasado, y eso me ayuda. El humor redime.
¿Qué es la locura?
No existe. ¡Llamamos locura a lo que le pasa a gente que sueña despierta!
¿Cómo querría vivir?
En una casita en el campo, con un huerto y con mis personas queridas, gozando de lo importante de la vida.
¿Y qué es lo importante de la vida?
Sentir que amas y sentirte amada.
Foto: Bertrand Guay
Altruismo realista
Shigeru encarna la sabia mezcla de ética y pragmatismo que caracteriza al ethos nipón. Por eso cree que su país también saldrá reforzado de esta catástrofe. Con serenidad, pero nunca con dejadez. Shigeru renuncia a la lágrima y la queja, y planea cómo reconstruir las ciudades para frenar futuros tsunamis. Y sabe de qué habla, porque ha ejercido su arquitectura en Kobe, Turquía, India, Sri Lanka, China, Italia o Haití; pero también en proyectos de grandeur como el centro Pompidou-Metz. Con altruismo realista: le pregunto por qué no construir edificios con energías alternativas. "Sería bonito -responde-, pero los promotores las rechazan porque encarecen el presupuesto un 20 por ciento".
Ustedes los medios de comunicación han exagerado burdamente la situación de Japón.
Nos llegaban imágenes dramáticas.
Pero el tono no reflejaba la realidad de la relativa tranquilidad con que se vivía en la mayor parte de Japón. Por eso, mis amigos europeos me llamaban ofreciéndome sus casas para que pudiera “huir” de Tokio. Deberían ustedes estar más atentos a mostrar la realidad con exactitud...
... Tomo nota.
Eso no ha ayudado en absoluto a Japón ni a su economía, aunque le aseguro que reconstruiremos y volveremos a prosperar pronto.
Pero todavía hay una alarma nuclear.
Veamos: el Gobierno japonés evacuó a 30.000 personas alrededor de la central de Fukushima como medida de precaución...
Eso creo.
... Pues bien, la radiación allí era inferior a la que usted se expone en un vuelo Tokio-Nueva York, por ejemplo. Y muy inferior a la que se sufre al hacerse una radiografía.
También los media hemos alabado la disciplina y temple de los japoneses.
Simplemente estamos acostumbrados a los terremotos. Es nuestra historia. La única diferencia en esta ocasión ha sido la mayor intensidad y la amenaza de la radiactividad.
¿Qué ha aprendido usted como arquitecto de esta catástrofe?
Lo que ya sabía. Que no matan los seísmos, sino la corrupción del constructor o el propietario o el arquitecto o las autoridades. En Japón, los edificios construidos después de 1981 han resistido bien el terremoto. Y también resistieron muy bien el de Kobe.
¿Cómo consiguen construir tan sólido?
Nuestra arquitectura tiene una larga tradición antisísmica y hemos trabajado las estructuras de regresión. Cuando se cumple la normativa, los edificios aguantan, pero hay otros casos en que no se cumple. Entonces muere gente y no sólo en Japón.
Por ejemplo.
Un caso reciente en Nueva Zelanda...
Un país considerado muy honrado.
Pero hubo un edificio en el que el propietario logró ahorrarse la inversión necesaria contra terremotos gracias a turbios manejos políticos. La construcción acabó derrumbándose por un seísmo y causó víctimas.
Además de sismógrafos, deberíamos tener corruptógrafos.
Algo parecido sucedió en el edificio de una escuela china en la que murieron decenas de niños al derrumbarse durante el último terremoto. Y no son catástrofes naturales. Son crímenes cuyos culpables son los políticos y funcionarios que aceptan mordidas.
Pero este tsunami ha sido excepcional.
Las defensas antitsunami eran de 10 metros de altura, pero fueron superadas por el maremoto. Y las alarmas también se revelaron ineficaces, porque tan sólo transcurrieron nueve minutos entre el seísmo y el tsunami.
¿No deberían dejar esa área de su costa despoblada y construir tierra adentro?
Lo que haremos es reconstruir la ciudad teniendo en cuenta las lecciones del tsunami.
¿Cuáles son?
Planeamos construir edificios pantalla de gran altura en primera línea antitsunami que protegerán a las demás construcciones y cuyas terrazas servirán, además, de refugio cuando se produzca una alarma.
Parece buena idea.
Sólo le veo el inconveniente de su impacto paisajístico, pero tal vez se pueda suavizar. Lo importante es que ahora reaccionemos y planifiquemos. Y por cierto, en Turquía, donde trabajé tras el último terremoto, deberían tomar nota también de que cada nuevo seísmo se produce más al oeste, más cerca de Estambul. Y no les veo prevenirlo...
¿Por qué se especializó también en arquitectura humanitaria para refugiados?
Estuve en Ruanda durante la masacre y lo primero que experimenté al ver tanta desgracia fue la íntima necesidad de ser útil. Por eso lamenté no ser médico, pero ya era demasiado mayor para estudiar medicina, así que pensé que allí sólo podía ser de ayuda como arquitecto y replanteé mi carrera.
¿Cómo?
Me di cuenta de que el trabajo de los arquitectos es hacer visible el poder silencioso de los millonarios y los políticos. Convertimos su prepotencia en algo material, que se puede exhibir ante el pueblo. Construimos los escaparates de la soberbia de los poderosos: sus edificios y monumentos.
Y a veces de su mal gusto.
¡Pero yo también quería poner mi talento al servicio de quienes no tienen nada!
¿Qué le han enseñado?
Que el hecho de ser pobre y haber sufrido una catástrofe no les hace menos exigentes que los poderosos y millonarios.
¿Criticaban su obra humanitaria?
Sí, los propios refugiados que la habitaban, y me enseñaron mucho con su crítica.
Pues ya no se fue sin cobrar.
Pero no me malinterprete: esa arquitectura de crisis sólo es una manera de equilibrar mi dedicación a glorificar a los dueños del dinero y del poder, un trabajo que también estoy encantado de seguir haciendo.
¿Qué es lo primero que hace cuando llega a una catástrofe humanitaria?
Tomar distancia: no emocionarme. Debo ser como un cirujano que olvida sus sentimientos para concentrarse en la técnica quirúrgica. Yo me concentro igual en un campo de refugiados que en el proyecto de mayor presupuesto de mi carrera.
No es extraño oír, mientras uno degusta tranquilamente un café, a algún cliente del bar lanzar frases categóricas asegurando que no hay país que soporte tanta inmigración como la que hay en España, una inmigración que, además, está provocando el debilitamiento del Estado de bienestar por el uso excesivo de los servicios sociales. Y tampoco sería extraño que arremetiera contra la ley de Violencia de Género, por facilitar a la mujer el instrumento que le faltaba para machacar al hombre al dotarlas de la posibilidad de denunciar falsamente al compañero, o que justifique que un empresario no quiera contratar a mujeres, porque estas faltan mucho más al trabajo que los hombres... Sin embargo, ninguna de estas aseveraciones se justifica con los datos en la mano. Y sin embargo, circulan por ahí de boca en boca alimentando los prejuicios contra una parte de la ciudadanía.
"No es una cuestión de datos, es sencillamente, que mucha gente prefiere no saber cuál es la realidad sobre algo para poder mantener ese razonamiento. Es lo que llamamos ignorancia activa, no querer conocer un hecho para evitar cambiar. El conocimiento obliga a modificar los hábitos, exige siempre un cambio", explica el doctor en Sociología por la Universitat Autònoma de Barcelona, Josep Espluga, quien reconoce que la crisis ayuda a que estos mensajes se difundan con mayor agilidad, ante la necesidad de algunos de buscar responsables. Aunque niega que el número de adeptos a estas falsedades vaya en aumento. "No, lo que ocurre es que hay más espacios en los que se oyen".
Espluga sostiene que, en muchas ocasiones, la gente que extiende los prejuicios contra otros desconoce los datos reales que invalidan su razonamiento de manera "voluntaria". "Si tú sabes que los inmigrantes van menos a la consulta del médico, es decir, no tienen la culpa de que la visita se retrase, tus argumentos responsabilizándoles de lo mal que va la sanidad se desmoronan, lo que te obliga a adaptarte a la situación y entender que quizá los que entraron antes que tú precisaron de más tiempo por una cuestión grave. Por eso, hay algunas personas que prefieren seguir creyendo en falsedades que, además, difunden a los cuatro vientos. El miedo está detrás de estas actuaciones".
Y el miedo y el inmovilismo en tiempos de crisis son factores que frenan las iniciativas e "impiden convertir las dificultades en oportunidades" como señala en un blog Antoni Garrell, ingeniero industrial especializado en gestión e innovación.
Según el sociólogo Marc Grau, para quien la difusión de máximas fabricadas con datos falsos se explican en la mayoría de los casos por el miedo, "en la sociedad actual se producen muchos cambios, y eso provoca inseguridad. El cambio suscita miedo y buscas un responsable". Más aún, si encima la sociedad se ve sumida en la crisis. Y pone el ejemplo de los prejuicios contra los inmigrantes que normalmente parten de personas con escasa cualificación y que ven peligrar su puesto de trabajo. No sólo se les responsabiliza del aumento del paro sino también de la reducción de la economía sumergida, cuando en realidad esta ha crecido con la crisis. Estos miedos les llevan a asegurar que los extranjeros "ocupan" las calles (el número de personas sin hogar no ha crecido, según las oenegés que les atienden), mientras colapsan los servicios sanitarios (diversos estudios aseguran que acuden menos a la consulta y se realizan menos pruebas médicas, entre otras cosas por su juventud).
O los que se sienten amenaza-dos por los avances de la mujer al considerar que eso merma sus derechos, por lo que arremeten contra ella tergiversando los datos, como que más del 30% de las denuncias por maltrato son falsas. De nada sirve que el Consejo General del Poder Judicial realizara un minucioso estudio en el que sólo detectó en el primer semestre del 2010 tres sentencias relativas a denuncias falsas de un total de 23.762 fallos dictados en las audiencias provinciales.
¿Qué hacer para contrarrestar estas creencias falsas? El sociólogo Josep Espluga cree que los medios de comunicación deben esforzarse en difundir datos objetivos, porque estos servirán de referencia para modificar la argumentación del otro. Algo que en pocas ocasiones se produce, matiza Grau, mientras recuerda la máxima de Descartes de que todo el mundo cree estar en posesión de la verdad. "Pero la información veraz debe ser la referencia", insiste Espluga.
Como explicaba la semana pasada en Barcelona David Altheide, profesor de la Universidad Estatal de Arizona, la propia dinámica de los medios - empresas que buscan su rentabilidad-dificulta que la información llegue de manera adecuada. Altheide, que lleva 30 años estudiando la difusión de noticias sobre delincuencia, alertó que la mayor presencia de estas en los medios - sobre todo en TV-crea la percepción de que la inseguridad crece, aunque realmente ha disminuido. La tasa de criminalidad en España fue en el 2010 de 45,1 delitos y faltas por mil habitantes y es una de las más bajas de Europa.