miércoles, 23 de marzo de 2011

"No matan los seísmos, sino la corrupción del constructor"

Foto: Bertrand Guay


Altruismo realista

Shigeru encarna la sabia mezcla de ética y pragmatismo que caracteriza al ethos nipón. Por eso cree que su país también saldrá reforzado de esta catástrofe. Con serenidad, pero nunca con dejadez. Shigeru renuncia a la lágrima y la queja, y planea cómo reconstruir las ciudades para frenar futuros tsunamis. Y sabe de qué habla, porque ha ejercido su arquitectura en Kobe, Turquía, India, Sri Lanka, China, Italia o Haití; pero también en proyectos de grandeur como el centro Pompidou-Metz. Con altruismo realista: le pregunto por qué no construir edificios con energías alternativas. "Sería bonito -responde-, pero los promotores las rechazan porque encarecen el presupuesto un 20 por ciento".

Ustedes los medios de comunicación han exagerado burdamente la situación de Japón.

Nos llegaban imágenes dramáticas.

Pero el tono no reflejaba la realidad de la relativa tranquilidad con que se vivía en la mayor parte de Japón. Por eso, mis amigos europeos me llamaban ofreciéndome sus casas para que pudiera “huir” de Tokio. Deberían ustedes estar más atentos a mostrar la realidad con exactitud...

... Tomo nota.

Eso no ha ayudado en absoluto a Japón ni a su economía, aunque le aseguro que reconstruiremos y volveremos a prosperar pronto.

Pero todavía hay una alarma nuclear.

Veamos: el Gobierno japonés evacuó a 30.000 personas alrededor de la central de Fukushima como medida de precaución...

Eso creo.

... Pues bien, la radiación allí era inferior a la que usted se expone en un vuelo Tokio-Nueva York, por ejemplo. Y muy inferior a la que se sufre al hacerse una radiografía.

También los media hemos alabado la disciplina y temple de los japoneses.

Simplemente estamos acostumbrados a los terremotos. Es nuestra historia. La única diferencia en esta ocasión ha sido la mayor intensidad y la amenaza de la radiactividad.

¿Qué ha aprendido usted como arquitecto de esta catástrofe?

Lo que ya sabía. Que no matan los seísmos, sino la corrupción del constructor o el propietario o el arquitecto o las autoridades. En Japón, los edificios construidos después de 1981 han resistido bien el terremoto. Y también resistieron muy bien el de Kobe.

¿Cómo consiguen construir tan sólido?

Nuestra arquitectura tiene una larga tradición antisísmica y hemos trabajado las estructuras de regresión. Cuando se cumple la normativa, los edificios aguantan, pero hay otros casos en que no se cumple. Entonces muere gente y no sólo en Japón.

Por ejemplo.

Un caso reciente en Nueva Zelanda...

Un país considerado muy honrado.

Pero hubo un edificio en el que el propietario logró ahorrarse la inversión necesaria contra terremotos gracias a turbios manejos políticos. La construcción acabó derrumbándose por un seísmo y causó víctimas.

Además de sismógrafos, deberíamos tener corruptógrafos.

Algo parecido sucedió en el edificio de una escuela china en la que murieron decenas de niños al derrumbarse durante el último terremoto. Y no son catástrofes naturales. Son crímenes cuyos culpables son los políticos y funcionarios que aceptan mordidas.

Pero este tsunami ha sido excepcional.

Las defensas antitsunami eran de 10 metros de altura, pero fueron superadas por el maremoto. Y las alarmas también se revelaron ineficaces, porque tan sólo transcurrieron nueve minutos entre el seísmo y el tsunami.

¿No deberían dejar esa área de su costa despoblada y construir tierra adentro?

Lo que haremos es reconstruir la ciudad teniendo en cuenta las lecciones del tsunami.

¿Cuáles son?

Planeamos construir edificios pantalla de gran altura en primera línea antitsunami que protegerán a las demás construcciones y cuyas terrazas servirán, además, de refugio cuando se produzca una alarma.

Parece buena idea.

Sólo le veo el inconveniente de su impacto paisajístico, pero tal vez se pueda suavizar. Lo importante es que ahora reaccionemos y planifiquemos. Y por cierto, en Turquía, donde trabajé tras el último terremoto, deberían tomar nota también de que cada nuevo seísmo se produce más al oeste, más cerca de Estambul. Y no les veo prevenirlo...

¿Por qué se especializó también en arquitectura humanitaria para refugiados?

Estuve en Ruanda durante la masacre y lo primero que experimenté al ver tanta desgracia fue la íntima necesidad de ser útil. Por eso lamenté no ser médico, pero ya era demasiado mayor para estudiar medicina, así que pensé que allí sólo podía ser de ayuda como arquitecto y replanteé mi carrera.

¿Cómo?

Me di cuenta de que el trabajo de los arquitectos es hacer visible el poder silencioso de los millonarios y los políticos. Convertimos su prepotencia en algo material, que se puede exhibir ante el pueblo. Construimos los escaparates de la soberbia de los poderosos: sus edificios y monumentos.

Y a veces de su mal gusto.

¡Pero yo también quería poner mi talento al servicio de quienes no tienen nada!

¿Qué le han enseñado?

Que el hecho de ser pobre y haber sufrido una catástrofe no les hace menos exigentes que los poderosos y millonarios.

¿Criticaban su obra humanitaria?

Sí, los propios refugiados que la habitaban, y me enseñaron mucho con su crítica.

Pues ya no se fue sin cobrar.

Pero no me malinterprete: esa arquitectura de crisis sólo es una manera de equilibrar mi dedicación a glorificar a los dueños del dinero y del poder, un trabajo que también estoy encantado de seguir haciendo.

¿Qué es lo primero que hace cuando llega a una catástrofe humanitaria?

Tomar distancia: no emocionarme. Debo ser como un cirujano que olvida sus sentimientos para concentrarse en la técnica quirúrgica. Yo me concentro igual en un campo de refugiados que en el proyecto de mayor presupuesto de mi carrera.

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