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jueves, 24 de marzo de 2011

"Un centro psiquiátrico es una casa de torturas"

Princesa Inca ,poeta, soñadora psiquiatrizada

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet


Foto: Kim Manresa

'La mujer-precipicio'

Cristina es más conocida como Princesa Inca, y colabora desde hace seis años en la ¿tertulia de locos¿ de La ventana de Gemma Nierga (cadena Ser, de cinco a seis de la tarde de cada viernes). Desde niña ha escrito poemas, su bálsamo íntimo ante las heridas hondas que el hecho de estar viva le inflige. Ahora publica el poemario La mujer-precipicio (Libros del Silencio), que así es como se siente ella, con el deseo de que sea un ¿homenaje a todas las mujeres que viven al filo del precipicio sin precipitarse¿. Su poesía es potente, cruda, contundente y convincente, sin filtros. La Princesa Inca (laprincesainca. blogspot.com) reivindica la sabiduría del loco. Es la que contienen sus bellos poemas.

Princesa Inca... ¿por qué?

Hace siete años ingresé en el hospital psiquiátrico sintiendo que era una princesa inca.

¿Qué recuerda?

Que estaba muy regalada en Machu Picchu, con vistas a unas cumbres preciosas. Era un mundo bello e ideal...

¿Qué le dijeron los médicos?

Que era un falso recuerdo, que era parte de mi enfermedad.

¿Qué enfermedad?

Trastorno esquizoafectivo, mezcla de bipolaridad y esquizofrenia: me etiquetaron así.

¿Y qué piensa usted?

Yo sentía conocer ese lugar: ¿alguien realmente está en condiciones de negarme que se trate de un recuerdo de otra vida?

¡Nadie puede! Y discrepo de mi etiqueta médica: ¿por qué meterme a mí junto a otro montón de personas bajo una determinada etiqueta? Carece de rigor: ¡debería haber una etiqueta para cada persona!

¿Por qué la ingresaron a usted?

Tenía brotes sinestésicos: un sonido olía, un color sonaba, las percepciones interactuaban y sentía ser Buda, ser Jesús... Pasaba por arrebatos místicos, extáticos...

¿Quién la condujo al hospital?

Un grupo de amigos, al verme dialogando con Janis Joplin, con Camarón...

¿Cómo se sentía?

Yo bien: a mí no me parecía que estuviese pasándome nada extraño...

Pero la ciencia médica tiene sus criterios y sus protocolos.

Discutibles: ¿quién traza la línea entre cordura y locura? ¿Y por dónde la traza? ¿Y por qué? ¿Y por qué ahí y no allá?

Respóndase.

Yo no estoy loca: ¡estoy psiquiatrizada!

Diagnosticada.

Hay mucha gente que está como una puta cabra... pero sin diagnosticar. Y dirigen diarios, teles, bancos, clubs de fútbol, países...

“La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco”, que decía Dalí.

Un loco es un hipersensible al que le duele la realidad hasta lo insoportable.

¿Hasta el suicidio?

Es una opción. Estuve al filo, pero sopesé el dolor que cargaría sobre gente que amo.

¿El arte ayuda?

Sí. Muchos pintores, escritores, poetas, músicos, cantantes, filósofos –¡Nietzsche!–, artistas... podrían ser encerrados (y a veces lo fueron), pero con prestigio, poder, carisma o dinero, te llaman excéntrico, te perdonan y te respetan. Si no... ¡te encierran!

¿Se sufre en un psiquiátrico?

Un psiquiátrico es una casa de torturas. Te tratan como a un escombro. Cuando ingreso, siempre hay un momento en que necesito pasearme desnuda por los pasillos... ¿Y sabe cuál es la reacción de los médicos?

Reducirme, atarme, inmovilizarme, sedarme y aislarme. ¡Nos quieren tranquilos y babeantes! Para ellos, todo es mero mecanicismo bioquímico, desdeñan las emociones...

Falta de humanidad, de sensibilidad.

Me han etiquetado, y eso conlleva fármacos, y el Estado paga a la industria farmacéutica por mis fármacos...: ¡qué gran negocio! Psiquiatrizan ya a niños, que seguirán estándolo hasta la vejez... ¡Jugada redonda!

¿Y cuál es la alternativa, Princesa?

Tratamientos psicológicos para dilucidar el origen de mi conducta, para comprenderla. Pero eso... implica demasiados esfuerzos.

¿Ha intentado alguna psicoterapia?

Ya me gustaría, pero las terapias alternativas cuestan demasiado dinero: no puedo.

¿La locura se cura?

En muchas culturas, al loco se le escucha: se acepta que accede a otra comprensión de la realidad, a una lucidez. Y es el chamán, es el oráculo. Pero aquí no: ¡aquí da miedo!

¿Por qué será?

Porque se prioriza cierto orden preestablecido, y si alguien grita, canta, danza, si “no toca”... ¡ah, eso altera y espanta mucho!

¿A qué cree que tenemos más miedo?

A la locura. Al dolor. A la muerte. Yo no.

¿No?

No. La muerte es una puerta de la vida a otra dimensión de paz. Y el dolor es parte de la vida, así que anestesiarlo equivale a anestesiar parte de la vida misma.

Buf, cuesta aceptar esto...

Ya. Yo he aprendido a estar triste sin sentirme culpable, a decir a los amigos “hoy estoy triste, prefiero estar sola”, sin disimulos, sin avergonzarme por ello. ¡Y no pasa nada!

¿Cómo le ayuda la poesía?

¡Es mi mejor refugio! El poeta puede decir “la luna me mira” o “la noche me habla” sin que por ello le encierren... La poesía es vecina de la locura, pero como es sólo poesía... no te encierran, ja, ja. ¡Es mi mejor terapia!

¿La poesía puede sanarnos?

Alivia mucho ver fuera de ti lo que antes estuvo dentro. Ahí puedo hablar con todo detalle y sin pudores del sexo, el dolor, la muerte, el insomnio, la locura, la risa...

¿La risa?

Yo me río de las cosas terribles que me han pasado, y eso me ayuda. El humor redime.

¿Qué es la locura?

No existe. ¡Llamamos locura a lo que le pasa a gente que sueña despierta!

¿Cómo querría vivir?

En una casita en el campo, con un huerto y con mis personas queridas, gozando de lo importante de la vida.

¿Y qué es lo importante de la vida?

Sentir que amas y sentirte amada.