viernes, 22 de febrero de 2008

LAS HIJAS DEL ROCK & ROLL

HIJAS DEL "ROCK AND ROLL"

Texto: Leonor Taboada

No nacieron con el charlestón, ni con minué, ni con la polca, ni con la jota, ni con el jazz. Nacieron con el rock and roll. Llevan desde la cuna un virus en la sangre que, por lo visto, no tiene cura.

Hicieron lo que ni sus madres, ni sus abuelas, ni sus tatarabuelas se atrevieron a imaginar. Dijeron no. Pensaron. Probaron todo lo que pudieron probar. Hicieron lo que pudieron, cuando pudieron y con quien encontraron. Para ello, sólo tuvieron que pulverizar el sentido de la vida de sus madres. Hubo que matar a mamá. Generación de huérfanas colectivas de madre. Madre que enseñaba a obedecer, madre que se encerraba entre muros, madre que temía reconocer que el mundo es ancho y podría no ser ajeno. Madre de qué dirán, reina del ten cuidado, soberana de la resignación hada de la negación, guardiana de la castración. Pobres, sufridas madres de ayer.

Las hijas del rock and roll tomaron la calle. Tomaron la noche. Extrajeron sus cuerpos de la caja negra para su uso personal. Se escapaban por la ventana dejando un bulto en la cama para irse, como locas, a bailar. Tuvieron novios sin que las acompañara la tía. Practicaron el toqueteo y lo hicieron completo por primera vez en el asiento trasero de un coche, o debajo de un pino, o en cualquier alojamiento fugaz.

Y tuvieron novios. Y tuvieron amantes. Y tuvieron maridos. Y tuvieron adulterios. Y tuvieron hijos. Y tuvieron abortos. Y tuvieron carreras. Y tuvieron trabajos. Y tuvieron dinero. Y tuvieron leyes y tuvieron amigas.

¿Son felices las hijas del rock and roll? Difícil cuestión. Se las ve muy guapas, muy atentas a su look. Muchas estudian o diseñan. Algunas, hasta mandan. Cualquiera diría que pueden con todo, pero el fantasma de la soledad tiembla en la noche y planea sobre el futuro. Porque más allá de los logros personales, de la autonomía fieramente ganada, está la profunda necesidad de compartir el mundo emocional con otros.

A estos niveles, las hijas del rock and roll lo tienen duro. Mujeres que lo han inventado todo por falta de referencia materna válida, no pueden inventarse las claves básicas para conseguir, un equilibrado desarrollo emocional con alguien que está en un proceso diferente.

Según Shere Hite en Las mujeres y el amor y según lo que se ve por el mundo si se sabe mirar, algunas mujeres se decantan por las relaciones exclusivas con mujeres, otras ponen en práctica la bisexualidad, o sea, el caiga quien caiga con tal de que me caiga bien, y las otras siguen en la brecha de intentar relacionarse exclusivamente con hombres. Analicemos entonces con qué hombres se encuentran estas últimas cuando salen al mercado de los sentimientos. Lo primero que una mujer que quiere ligar encuentra por la noche, por los bares y terrazas, en los estrenos e inauguraciones, es un mogollón de gays adorables. En algunas comunidades autónomas y en algunos municipios en particular los números cantan.

Con los hombres de la misma generación o mayores que ellas el análisis no falla: son los hijos de las madres los que no han sentido la necesidad de romper con ellas. Los que aún continúan pensando, sintiendo y necesitando la seguridad de un pecho tibio y generoso, la certeza del amor incondicional, la garantía de la protección que lava, plancha, cocina caliente o abrillanta sin pedir nada a cambio, sin coartar libertad, sin competir, sin preguntar.

Es difícil, ciertamente, cambiar a estos hombres. Se les pide mucho, se les concede demasiado, no llenan nada. Las hijas del rock and roll han crecido junto a estos hombres. Han sido primero sus novias, luego sus mujeres y luego sus ex mujeres. Generalmente, han huido de ellos después de unos cuantos años de convivencia cuando se toparon con la evidencia de que ellos impedían un cambio en la forma de entender las relaciones de la pareja. Vieron a los hombres de su generación quedarse en la estacada, apresados en sus tics patriarcales, viviendo más hacia fuera, hacia el logro y la apariencia, que hacía los cambios de esquema.

De ellos, los que han conseguido un puesto entre los modelos sociales del presente, pasean jovencitas con status de amantes o futuras esposas que reafirman su eterna necesidad de reafirmación ante otros hombres. Pechos tiesos que no han dado de mamar, culos que aún no han bajado del pedestal, sentimientos sin estrenar , sueños de pigmaliones que con el cuento de que la arruga es bella libran su desesperada batalla por ganarle al tiempo, por crear una mujer domesticable, a la medida de lo conocido, de lo no temible, de lo controlable. A estos hombres, mejor perderlos que encontrarlos. Están muy bien en manos de las jovencitas de hoy que pronto descubrirán que él es quien es y que ella no quiere ser quien él quiere que sea.

Excluidos estos hombres, la vida sexual y afectiva de las hijas del rock and roll se alimenta de amores y amoríos con hombres más jóvenes que ellas. Les gusta más el rock and roll, reconocen su mala educación e intentan acceder a un mundo de relaciones que reafirme más semejanzas que diferencias. También en estos casos hay problemas generacionales serios, sobre todo porque ellos están en edad de desear hijos cuando las mujeres ya han tenido los que quisieron y los que no quisieron.

Es evidente que las cosas están mal porque hay un desfase histórico entre los hombres y mujeres que reclaman una mujer que tiende a desaparecer y las mujeres que buscan un hombre que no existe todavía.

Es posible que las cosas sean más fáciles un poco más adelante cuando los hijos de las hijas del rock and roll cojan el reemplazo. Estos serán los primeros hombres que hayan vivido en carne propia una imagen de mujer distinta, los que habrán roto con la imagen tradicional de madre simplemente porque ellas no la han representado. Estos hombres sabrán que las mujeres son capaces de casi cualquier cosa por salvar la dignidad y la libertad. Aunque sea a costa de cierto desequilibrio emocional.

El tema está en el aire. El aire huele a amores no correspondidos. A desamor. A ganas de amar. Demasiada distancia entre los sexos, demasiada abstinencia forzosa, demasiada libido sin consumar. La olla está bullendo. Es de suponer que es ineludible que los hombres se reciclen bastante para poder amarlos y sentirnos amadas por ellos. ¡O siempre queda el recurso de esperar hasta que los hijos de las amigas crezcan!

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