Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cama donde te deseo.
 Veo mi cuerpo,
 liso y rosado en el espejo,
 mi cuerpo
 que fue ávido territorio de tus besos,
 este cuerpo lleno de recuerdos
 de tu desbordada pasión
 sobre el que peleaste sudorosas batallas
 en largas noches de quejidos y risas
 y ruidos de mis cuevas interiores. 
 Veo mis pechos
 que acomodabas sonriendo
 en la palma de tu mano,
 que apretabas como pájaros pequeños
 en tus jaulas de cinco barrotes,
 mientras una flor se me encendía
 y paraba su dura corola
 contra tu carne dulce. 
 Veo mis piernas,
 largas y lentas conocedoras de tus caricias,
 que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
 para abrirte el sendero de la perdición
 hacia mi mismo centro
 y la suave vegetación del monte
 donde urdiste sordos combates
 coronados de gozo,
 anunciados por descargas de fusilerías
 y truenos primitivos. 
 Me veo y no me estoy viendo,
 es un espejo de vos el que se extiende doliente
 sobre esta soledad de domingo,
 un espejo rosado,
 un molde hueco buscando su otro hemisferio. 
 Llueve copiosamente
 sobre mi cara
 y sólo pienso en tu lejano amor
 mientras cobijo
 con todas mis fuerzas,
 la esperanza. 
G.Belli
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