jueves, 12 de junio de 2008

AMIGOS SIN DERECHO A ROCE


¿Es posible una sana y casta amistad entre hombre y mujer? Los psicólogos no se ponen de acuerdo: unos responden que sí y otros dicen que esto sólo pasa en las películas

Siempre que en una película o serie de televisión hay dos personajes de distinto sexo que se llevan superbien, tienen mucha química y se quieren pero nunca pasan de amigos, todos los espectadores nos preguntamos lo mismo: “¿Por qué demonios no se enrollan de una vez?” Es el caso de Bruce Willis y Cybill Shepherd en Luz de luna, Mulder y Scully en Expediente X o Meg Ryan y Billy Cristal en Cuando Harry encontró a Sally. En todas estas historias, los minutos pasan, la mutua atracción es evidente pero, por H o por B, los protagonistas nunca llegan a liarse: se encuentran en el resbaladizo territorio de la amistad entre hombre y mujer.

Todos nos preguntamos si es posible de verdad la amistad “limpia” y sincera entre una señorita y un caballero, si en estas relaciones platónicas no planea siempre una la tensión sexual no resuelta. En un reciente artículo del diario The Washington Post, la psicóloga clínica Linda Sapadin cree que sí y, además, añade que “todas las relaciones, incluso entre personas del mismo sexo, tienen lazos ambiguos y cambiantes. La amistad no siempre se percibe de la misma forma”.

La psicopedagoga clínica Ana María Catoyra, por su parte, afirma que “si nos atenemos a la mayoría de los casos, puede decirse que la amistad entre hombre y mujer no existe. El problema es que el hombre y la mujer no pueden situarse uno en el lugar del otro y recurren a medios empáticos, aceptando el sentimiento del otro para lograr la verdadera comunicación. En la amistad entre el hombre y la mujer, la curiosidad por conocer al otro buscando el reflejo de la propia imagen, provoca una dificultad, ya que dicha curiosidad se convierte en un misterio incitante que provoca mutua atracción, convirtiendo así la amistad en amor”.

Fuera del ámbito profesional, hay quien piensa que ser amigo de una mujer es convertirse en hombre-tampón (o sea, que con él puedes ir a la piscina, ir al cine, montar a caballo… cualquier cosa menos hacer el amor) y hay mujeres que creen que los únicos hombres que son fiables como amigos son los gays, porque el resto “siempre están pensando en lo mismo” y, como mínimo, usan a sus amigas para fantasías masturbatorias. Por el contrario, también hay quien cree que la amistad intersexual es más enriquecedora que cualquier otra, puesto que en ella se unen dos visiones diferentes del mundo y, además, es mucho más sincera que la mayoría de las relaciones sentimentales.

La fina frontera entre amistad y amor

Los psicólogos coinciden en afirmar que para que una amistad intersexual funcione es preciso delimitar bien sus fronteras, dominar las fuerzas de la atracción erótica y respetarse, esto es, verse entre sí como seres iguales, no como un macho y una hembra. Esto es más difícil todavía si uno de los dos siente la procesión de la pasión retumbándole por dentro. Según dice Sapadin, cuando es sólo uno el que ama a su amigo o amiga, "tiene dos opciones: intentar cambiar la relación hacia un noviazgo o aprender a vivir con ello y conformarse con un leve flirteo o roces amistosos, pero nada más”.



La experta en relaciones de pareja Ellen Sue Stern opina que “es un poco incómodo cuando gustas a una persona más de lo que ella te gusta a ti. Intentar pasar de amigo a amante es bastante arriesgado. Por eso es importante pensárselo dos veces antes de hacer ese movimiento”.

Es un lugar común en muchas comedias románticas: dos buenos amigos llevan una entrañable relación hasta que uno de ellos decide casarse y el otro, loco de celos, trata de impedir por todos los medios el bodorrio para reclamar su derecho a roce. Esto ocurría tanto en el clásico moderno La boda de mi mejor amigo (P.J. Hogan, 1997) como en la recién estrenada La boda de mi novia (Paul Weiland, 2008).

Por último, está el tema del fracaso: dos personas pueden funcionar muy bien como amigos y ser desastrosos como amantes. Tal vez el motivo sea eso que dicen de que “la confianza da asco” o, como apunta Kathy Werking en su libro We’re just good friends, que “cuando conocemos a alguien fantaseamos mucho. Hacemos cábalas sobre cómo es esa persona y cómo sería nuestra vida junto a ella. La cosa es mucho menos excitante cuando conocemos a esa persona demasiado bien”. Del mismo modo, hay parejas que, al romper, intentan seguir viéndose como amigos y la cosa no funciona: naufragada la pasión, los ex novios se van separando poco a poco. Pero otras veces sí nace la amistad y, por más que los demás crean que sigue habiendo algo entre ellos, la ex pareja repetirá una y mil veces que no, que ellos son sólo buenos amigos. Nada más y nada menos.
TERRA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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