sábado, 6 de marzo de 2021

MIRANDO HACIA ATRÁS SIN IRA

 



Tras toda una vida de coherencia, de intentar ser fiel a tus principios, de luchar por una sociedad más justa, te das cuenta de que has sido un ingenuo, que en este mundo reina la ley de la selva y que el darwinismo social ha sentado cátedra para quedarse.

Todos aquellos que han intentado cambiar la sociedad han sido desprestigiados o asesinados, los empresarios cabales se han arruinado, los jueces justos son procesados y los políticos honrados, barridos de las listas electorales.
Desde la meseta de mi madurez, veo el camino que hasta aquí me ha llevado, las huellas de mis pasos, los girones de piel arrancados por las zarzas, la sal de tantas lágrimas alfombrando la senda. En varias ocasiones me tentó la fortuna y pude ponerme precio, pero eludí los atajos y seguí paso a paso cargando en mi mochila las penas y alegrías que el cielo me enviaba y tendiendo mi mano a quien abandonaban las fuerzas.
En estos momentos en los que tomo aliento para afrontar las últimas rampas veo a lo trepas regodearse en sus cimas, a los especuladores sin conciencia, a los políticos sin escrúpulos a los asesinos de guante blanco, y me pregunto porque no me subí al carro de los vencedores, porque no compré mi parcela del Olimpo en cómodos plazos de conciencia laxa, porque no arrojé el lastre de mis principios y dejé que la burbuja me izara hasta los paraísos fiscales donde nunca se pone el sol.
En esta isla perdida asediada por las olas de indignación que me acusan de no hacer nada, azotada por las dudas y sitiada por los miedos, pienso que he sido un mediocre, que no pequé por miedo al castigo y que no me atreví a derribar muchas puertas por puro egoísmo.
Jesús abominó de los tibios y yo he sido un tibio, me faltó la fuerza de la ebullición y la frialdad para convertirme en hielo por eso la vida me arrojó de su boca.
Cuando desde el refugio de mi conformismo veo desfilar las legiones de famélicos, enfermos y desheredados, pienso que debería estar con ellos, pero me aferro a mi salvavidas dando golpes de remo a los que pretenden salvarse conmigo. En esta sociedad Titanic donde ya no quedan ni las ratas, la orquesta sigue tocando en cubierta mientras los pasajeros de primera y la tripulación responsable secan sus ropas en las islas vírgenes de impuestos, pero aquí no pasa nada, en los astilleros de Wall Street ya están fletando el nuevo crucero que sustituirá al naufragado prometiendo mas lujos, más boato y un viaje de ensueño al mundo de los sueños, los tiburones y las galernas borraran los restos de los que naufragaron en este.

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