miércoles, 20 de julio de 2011

EL CAFÉ DE LAS CINCO



Nos habíamos acostado pasado las cuatro y el día se presentaba propicio para el relax y la confidencia, cuando abrí los ojos, ella no estaba en el lecho, me levanté medio dormido y me dirigí a la cocina. Allí estaba, radiante con su camiseta blanca por donde desbordaban sus preciosos senos y que mostraban sus muslos poderosos y apetecibles. Tenía una tostada en la boca y el vaso de zumo a rebosar, me acerque y la besé, aquello fue mi perdición, tomó el pan crujiente en sus labios y me lo ofreció con gesto goloso. Comenzamos a devorarlo hasta que los labios se juntaron de nuevo, mi lengua busco en su boca los restos del festín mientras mis manos amasaban su grupa, cuando sentí sus dedos bucear entre mis piernas se desató la tormenta, bebío un trago largo de zumo y me ofreció sus labios, hacía tiempo que no tomaba un desayuno tan intenso. Mis manos acariciaron su magnolia que se abrió entre mis dedos temblorosos mientras mi ariete pugnaba por escapar de sus prisiones, la cafetera estaba lista, pero tendría que esperar unas horas.

Como gatos en celo, nos dirigimos a la cama, sin dar tiempo a nada, la acosté dejando sus piernas en el borde, y me sumergí entre sus muslos mientras mi lengua se abría paso entre sus pétalos perfumados. Todo el cuerpo me temblaba, la vista de su cuerpo desnudo me enloquecía, sin poder refrenar mi deseo, la poseí furiosamente sintiendo en cada envestida una ola de placer que me envolvía. Cuando sentí sus muslos apretarme rítmicamente algo explotó dentro de mí como si alguien hubiera destapado el sumidero del universo, una galaxia de placer me engulló en su torbellino. Durante unos instantes perdí la noción del espacio y del tiempo y creí vislumbrar ese túnel de luz que nos conduce al paraíso, el regreso a la realidad me mostró el cuerpo de mi amada hermoso y palpitante, los labios entreabiertos y los ojos encendidos.
Me incliné sobre ella y mis manos acariciaron con ternura su monte y descendieron a los húmedos valles mientras mi lengua degustaba sus pechos con fruición. Su fuente manaba leche y miel y mis dedos golosos nadaban en sus cálidas aguas como peces voraces. De repente, su cuerpo se tensó como un arco y un sonido divino escapó de sus labios, su rostro se transfiguró mientras mis dedos pulsaban sus mágicas cuerdas y un aullido ancestral se elevó hacia el infinito mientras sus fresones se fundían en mi boca. Como un resorte, me volqué entre sus muslos y libé con fruición ese néctar exquisito que solo nos ofrecen las flores fecundas mientras su cuerpo se retorcía entre espasmos. Caí derrumbado entre sus brazos intentando recuperar el aliento, pero su mano comenzó a izar mi mástil con dulzura. Cuando la bandera estaba en lo más alto, siguió acariciándome con rapidez y firmeza, mi cuerpo se entregó a sus caricias mientras sus labios lamian mis pezones, de pronto todo estalló a mi alrededor, su mano aceleró el ritmo apretando y soltando con sabiduría, mientras un rio de lava candente se elevaba y caía de nuevo arrasando mi selva….


Abrí los ojos y miré el despertador, eran la cinco de la tarde, me levanté de un salto y me fui directo a la cafetera, el café, caliente y cremoso me supo a gloria bendita.

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