Caín, nada menos, es el protagonista de la  nueva novela de José Saramago (Azinhaga, 1922), que acaban de  publicar Alfaguara en castellano y Edicions 62 en catalán. El pasado fin de  semana, Saramago y su esposa, Pilar del Río, asistieron al festival Escritaria,  en la localidad de Penafiel, un núcleo urbano de 12.000 habitantes, cerca de  Oporto, que se transformó para homenajear al escritor: grupos de teatro  callejero daban vida a sus personajes, postits gigantes recordaban frases suyas,  artistas plásticos exhibían instalaciones inspiradas en su obra, los expertos  debatían en mesas redondas... y el rostro de Saramago aparecía, entre severo y  apacible, en los escaparates de todas las tiendas. En este entorno, el  premio Nobel de literatura respondió las preguntas de este  diario.
      La novela,  Caín, no es solamente la historia de este personaje sino que usted le  hace viajar por el Antiguo Testamento. ¿Cómo le vino la idea de reescribir  episodios bíblicos, cosa que no hacía desde El evangelio según  Jesucristo, un libro de 1991?
No soy un escritor  de temas religiosos, pero eso no significa que la religión no me interese.
¿Cómo podría no  interesarme algo que ha hecho de nosotros las personas que  somos? 
 
Aunque no seamos creyentes,  la religión está en el aire, la respiramos. No se puede ignorar. En Memorial  del convento (1982) ya se hace una crítica no tanto a Dios, como aquí, sino  a la santa Iglesia católica, apostólica y romana. La reacción de Aníbal Cavaco  Silva, entonces primer ministro, a El Evangelio según Jesucristo, como sabe, me  hizo abandonar mi país. Caín me ha interesado desde hace muchísimos años, le iba  dando vueltas en la cabeza, pero quizá antes no poseía la madurez necesaria para  enfrentarme a este tema. Ahora se me presentó el tema con una fuerza tal que no  tuve más remedio que ponerme a escribir. Le da la vuelta a los episodios  conocidos por todos... Eso tiene que ver con mi postura de que, mientras no  conocemos el otro lado de las cosas, no las conocemos de verdad. Sucede si  miramos de frente una moneda, creemos que es un rostro pero existe otra realidad  en el envés. Incluso un libro considerado sagrado, como la Biblia, permite –y  exige– que intentemos leerlo por el otro lado. Y ese otro lado siempre rectifica  ideas que teníamos, así como confirma otras.
Caín mata a Abel, pero aquí  entendemos un poco más por qué lo hizo. 
 
Es muy fácil condenar a Caín  por fratricidio y yo tampoco lo absuelvo, que quede claro. Lo que hago es poner  una parte de la culpa en Dios: Él, que todo lo sabe, podría haber evitado eso.  Su responsabilidad es que. cuando los dos hermanos le ofrecen los productos de  su trabajo, Caín, al ser agricultor, le ofrece verduras, y Abel, como es  ganadero, le regala carne. Dios queda encantado con la grasa del cordero  ardiendo en la hoguera... y desprecia las ofrendas de Caín. ¿Qué clase de dios  es este que, para enaltecer a uno, desprecia a otro, de una manera tan  provocadora? Caín es humillado por Dios, y mata a su hermano porque no puede  matar a Dios, que es lo que quisiera.
El libro se lee con una sonrisa permanente.  
 
Cada libro dice al autor cómo  quiere ser escrito. Con Caín me salió, de modo inesperado, la primera frase, que  es la puerta abierta a la ironía y el humor: "Cuando el señor, también conocido  como dios, se dio cuenta de que a adán y eva, perfectos en todo lo que se  mostraba a la vista, no les salía ni una palabra de la boca ni emitían un simple  sonido, por primario que fuera, no tuvo otro remedio que irritarse consigo  mismo, ya que no había nadie más en el jardín del edén a quien responsabilizar  de la gravísima falta". Podría pensar que, dado que iba a narrar hechos  dramáticos, el humor no estaba bien, pero la experiencia y la vida me han  enseñado a no despreciar esos modos espontáneos en que se me presentan las  historias. Lo acepté y el ritmo quedó marcado hasta el final por esa frase. de  ahí que haya mucho más humor que en cualquiera de mis obras precedentes.
Bueno, la sexualidad  está también mucho más presente, con pasajes casi  pornográficos
 
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Eso me sorprendió también, porque yo  soy muy discreto en ese particular. La exhibición fisiológica del cuerpo humano  y sus secreciones, narrar lo que hace un cuerpo que se encuentra con otro no es  algo que me haya llamado nunca la atención. Pero aquí la figura de Lilith era  importante, es la mujer mala, en la Biblia y en los libros no canónicos que he  manejado, se la describe de una forma un poco diabólica. Así que decidí útil  cargarla de una sensualidad extrema. Y, una vez decidido, tuve que cumplir con  mi obligación de escritor. Esas páginas eróticas son curiosas en mí, pero ahí  están, y la gente me dice que no han quedado mal.
También hay descripciones de gran  violencia. 
Sí, pero ahí sí que no he necesitado añadir nada a la  violencia que se encontraba en los textos bíblicos de origen. Quizá he  ridiculizado algunas situaciones, como cuando Abraham va a matar a su hijo...
Sí, al final no es Dios quien salva  a la criatrura... 
Bueno, Dios envía en el último instante a un ángel  a detener el ímpetu asesino del fiel Abraham, pero el ángel llega tarde porque  sufre una avería en el ala derecha. Aparte de esa chapuza, su Dios no es  demasiado omnipotente, incluso llega a exclamar: "Ser dios no es tan fácil como  creéis". Si nosotros fuéramos infalibles e inmaculados, habríamos creado un Dios  así. Pero los hombres hemos creado a Dios a nuestra imagen y semejanza, no al  revés. Por eso es tan cruel, mala persona y vengativo. Dios y el demonio no  están en el cielo ni en el infierno, están en nuestra cabeza. Primero creamos a  Dios y luego nos esclavizamos a él.
Aunque hay quejas de obispos en Portugal, ¿cree que la novela  puede levantar tanta polémica como su evangelio... de 1991?  
 
Jamás lo hubiera dicho. Creía que a la iglesia católica  no le iba a interesar entrar en este tema, en algo que, además, no es suyo,  porque el Antiguo Testamento es el libro de los judíos. No me imaginaba que se  pronunciaran con el libro todavía en el horno, que volvieran a desempolvar esos  viejos odios e incomprensiones. Mire, los católicos no leen la Biblia, ¿quién va  a leerse eso? Se quedan con la palabra del cura el domingo. Y, si leen algo, es  el Nuevo Testamento, como mucho. Sólo unos pocos han leído el antiguo. En  cualquier caso, ya estoy acostumbrado a no gustar a mucha gente... y me da  igual.
Literariamente  ¿no le encuentra virtudes a la Biblia? 
 
No. Es un libro que no me seduce. La había leído hace  años, aunque no en su totalidad. Y he releído ahora, por supuesto, ciertas  escenas para escribir Caín. Pero no, no es mi lectura, La utilicé como  instrumento para armar esta historia y ya está.
Es divertida su Torre de Babel en la  que se habla euskera y portugués. 
 
Pretendía despertar una sonrisa. Lo del euskera va a  hacer felices a mis lectores vascos, porque es una prueba extraordinaria de la  antigüedad del idioma. Uno de los hallazgos de esta obra es su uso del tiempo,  pues los episodios no se suceden cronológicamente.
Era el problema más complejo que tenía. Dios condena a Caín a la  errancia y él va conociendo sucesos de la Biblia. ¿Cómo narrar los episodios,  cómo concatenar los personajes? ¿Cómo relacionar unos y otros crímenes?  
Era muy difícil hacerlo utilizando el tiempo como nosotros lo  utilizamos. Un día, vi clara la solución: en lugar de pasado, presente y futuro,  todo iba a ser presente, pero tendríamos diferentes tipos de presentes: el que  ha ocurrido, el que ocurre y el que ocurrirá. Eso me permite ir hacia atrás y  hacia delante sin saltos. Si el lector acepta esta convención, no hay ningún  problema. En cuanto a los registros de lenguaje que alterna, Dios pasa de la  solemnidad a ser a veces muy chabacano... Eso ya es una cuestión de instinto. La  experiencia ya nos lleva a encontrar soluciones felices para situaciones que en  otros tiempo nos costaban muchos días de sufrimiento.
¿De verdad lo ha escrito en cuatro  meses? 
Sí. Tenía bastante claro lo que quería decir.  Conocía la primera frase y también la del final, y ellas dos me condujeron al  resto. Pero estoy ya trabajando en otro libro. tengo veinte folios acabados.  También sé la frase final.
Hombre, la de aquí es:  "...no habrá nada más que contar".
Pero no es mi caso: he acumulado  tantas historias para contar que el único problema es si voy a tener el tiempo  para hacerlo.
El mensaje de la novela  serían las consecuencias destructivas de creer en algo como Dios, ¿no?  
 
No me gusta nunca hablar de mensaje en literatura. El  mensaje es el que cada lector pueda extraer, muy diferente en cada caso. Yo soy  ateo y me siento incapaz, incluso haciendo un esfuerzo mental, de creer en Dios,  de acercarme a esa sensación. Y, en mi caso, nunca he tenido ninguna duda sobre  las consecuencias enormemente negativas y nefastas de la existencia de  religiones, que inevitablemente se oponen las unas a las otras. Matar, matar,  matar... eso es lo que han hecho a lo largo de la historia, no hay nada que  añadir a su historial sangriento. Puede que a algunos de nosotros no nos haya  ocurrido nada malo relacionado con ellas, pero la historia está ahí, en el  pasado y en el presente. Y no queremos aprender de ella. Eso es otra ceguera.
Se ocupa también del  episodio de Sodoma y Gomorra... 
 
Me interesaba el debate entre Abraham  y Dios. El Señor quiere arrasar esas ciudades y Abraham, para salvar a los  hombres de semejante destino trágico, le pide que no lo haga si encuentra  cincuenta hombres justos en ellas. Dios acepta y se produce un regateo: y si  hubiera 40 inocentes, y si 30, y si 20... al final, Dios le promete que no  quemará Sodoma y Gomorra si hay en ellas diez personas inocentes, cierran ese  acuerdo. Pero Dios quema las ciudades. Y Abraham se da cuenta de que había  muchos más inocentes que diez: todos los niños. Dios es un sádico, es cruel, no  es alguien de fiar, Abraham ve claro que no se puede confiar en su palabra.  Abraham contempla el horror y se da cuenta de muchas cosas. Repugna creer en un  Dios como ese.
De Nobel a Nobel, ¿cómo ve  el galardón de la Paz Barack Obama?  
No lo critico, claro que no, ¿quién soy yo para criticar un Nobel? Si  hay alguna persona en este mundo que merece recibir el premio por realizar un  trabajo en favor de la paz es el presidente de Estados Unidos. Quizá hay quien  piense que es un galardón prematuro, porque todavía no hay obra consistente,  pero sí tenemos sus intenciones, bien definidas, que son las mejores. Veremos si  las lleva a término.
 
Xavi Allén LA VANGUARDIA