viernes, 8 de octubre de 2010

EMINENCIA



Te crees sabio porque lo ignoras todo

porque te ignoras a ti mismo

porque no ves de cerca ni de lejos,

pero tu ciencia es tan solo una brizna

que brota en la selva de la vida,

un espejismo en el que te recreas y te pierdes.


Todo tu saber no es ni un grano de arena

en las playas inmensas del misterio

y golpeas tu pecho con soberbia

cuando la luz te ciega como a Saulo.


Mejor harías recogiendo hiervas

descendiendo del pedestal en que te aíslas

y mezclándote con la gente a quien desprecias

para aprender viviendo.


Mejor harías desnudando tu mente de prejuicios,

tu cuerpo de medallas,

afrontando la imagen del espejo

que ignoras o disfrazas,

buscando la verdad en tus adentros

cerrando los ojos para ver más claro.


Pero sigues creyéndote infalible

viviendo en tu caverna de sombras y quimeras

tus pequeñas verdades, son la inmensa mentira

la ciénaga donde ocultas tu ignorancia

y escondes tus miserias.

Te proclamas dios

pero apenas alcanzas a ser un pobre diablo.


JUANMAROMO

BANCOS Y CAJAS APUESTAN CONTRA NOSOTROS

Se habla tanto, y sin más, de los mercados que se ha olvidado, si es que alguna vez se supo, qué hay detrás de ese término. Y no por casualidad: a los gobiernos les conviene que la gente y los medios de comunicación manejen, sin mayores precisiones, ese concepto abstracto, que es más un eufemismo que otra cosa. Porque cuanto menos se sepa del diablo económico de nuestros días, más fácil será echarle la culpa de todo lo que esos gobiernos dicen que están obligados a hacer.

Sin embargo, de vez en cuando nos enteramos de cosas que nos acercan a la verdad. Por ejemplo, y gracias a un informe que ha publicado el Tesoro Público, y no precisamente para que se entere todo el mundo, hemos sabido que los bancos y las cajas de nuestro país poseen cerca del 29% del total de la deuda pública del Estado español. Es decir, que casi un tercio de esos mercados que nos obligan a congelar pensiones, a recortar inversiones y a bajar el sueldo de los funcionarios son conciudadanos nuestros. Y de los que más cobran, por cierto.

El citado informe añadía un dato aún más sangrante: el total de deuda pública española en manos de entidades financieras españolas ha caído casi un 12%, hasta el citado 29%, desde junio a septiembre, es decir, durante los meses más difíciles que la economía española ha vivido en varias décadas. Eso significa que mientras Zapatero rompía todas sus promesas, la gente se indignaba y se gestaba la protesta sindical, nuestros bancos y cajas vendían a mansalva títulos de deuda pública. ¿Por qué? Para ganar dinero: los habían comprado cuando estaban baratos y se han deshecho de ellos cuando los intereses han subido.

No es fácil saber, todavía, a cuánto asciende el beneficio de la operación. Pero parece ser que es jugoso. De varios miles de millones de euros. Tampoco se puede determinar en qué medida esas ventas masivas han encarecido el precio de nuestros títulos. Pero cabe suponer que el hecho de que las entidades españolas se hayan deshecho de títulos de su Estado en momentos de alarma no ha debido contribuir mucho a mejorar su atractivo en el mercado.

"Primera ley de la seducción: no lo des todo al principio"

José Hermida, escritor y conferenciante sobre la interacción entre los seres humanos

IMA SANCHÍS  - 08/10/2010

Tengo 59 años. Nací en A Coruña y vivo en Madrid. Divorciado y con un hijo (19). El distanciamiento y la desconfianza entre políticos y ciudadanía es un abismo. Me parece un acto de soberbia decir si algo intangible existe o no existe, y pretender ser el portavoz es ya exceso

Sólo hay tres tipos de relaciones entre las personas: confrontación, colaboración o indiferencia. Fin. ¿Dónde está la magia?

 ¿En los matices?

En nuestra capacidad de comunicación verbal y no verbal para cambiar ese escenario. Si estamos ante un escenario de confrontación tal vez halla que pasar un mensaje persuasivo; y si quiero huir pero conservar la relación usaré un mensaje protocolario: "Tengo prisa; nos llamamos".

Muy típico.

Mejor eso que "eres un pesado y no te aguanto más". Yoamis alumnos suelo decirles: "Ojalá lleguemos a convertirnos en personas que no dicen lo que piensan".

¿. ..?

Hay que pensar qué efecto van a causar nuestras palabras y si eso es lo que pretendemos. No hay que perder de vista para qué estamos hablando.

Nos gusta seducir al interlocutor.

Coger al otro por la solapa y empezar a agitarle diciéndole "¡ámame!" no funciona.

Bueno..., eso ya lo sabemos.

¡Y un cuerno!, la inmensa mayoría de la gente se muestra arrogante, agresiva o sumisa y no le pasa por la cabeza esto tan mágico de qué puedo ofrecer a esa persona.

Vale.

La primera ley de la seducción, sin la cual nada funciona, es: no lo des todo al principio. Y no hablo de sexo, si lo agotas todo, ¿qué interés tendrás la semana siguiente?...

¡Es que si no te da para dos semanas!

Has de dejar de pensar en ti y pensar en la otra persona. Sorprenderla cada día.

¿Y cómo se seduce sin palabras?

Se trata de identificar el escenario: si alguien aparta la mirada cuando le hablas, te interrumpe, mira la hora, lo más probable es que el escenario sea de confrontación o de indiferencia tensa; sabiéndolo, puedes rebelarte ante todo tipo de dominación.

Cuénteme eso.

Póngase de pie. Tenga.

¡Vaya!

Hacerle sostener algo mío sin pedirle permiso es una actitud de dominación. Nuestro cuerpo es un semáforo, un emisor de señales. Cuando ligamos, ¿se ha fijado en que hay un momento en el que no se habla y se está bien?... Es porque nos hemos estado emitiendo señales en un escenario de colaboración. Movimientos lentos (no tengo ningún tipo de nervios); lanzar una sonrisa sosteniendo la mirada (estoy a gusto contigo).

La mirada está llena de códigos.

Sí. Como no tengo confianza con usted, le miro entre los extremos de los arcos ciliares y la punta de la nariz; pero no en la boca, ni del cuello para abajo, ni insistentemente a los ojos. Así le estoy diciendo que me interesa pero la respeto. Lo percibe, supongo.

Sí.

Sin embargo, si quiero agredirla le miraré la boca, la repasaré descaradamente y usted dirá: este es un imbécil. ¿Por qué? Porque la he invadido. Aparte de la connotación sexual, la boca es el túnel a una cantidad de vísceras increíble, es algo íntimo.

Hay quien te habla y no te mira.

Dominación. El macho alfa es un personaje habitual en las oficinas, ese que también te mete la bronca delante de la gente.

Conozco.

En el momento en que tu frente brille, los hombros suban (porque ocultamos las zonas vitales), estás perdido. No olvide que somos seres humanos desde ayer por la tarde.

¿Cómo pararle los pies?

La primera señal que debo emitir es "a mí no me impresionas pero estoy dispuesto a colaborar si te portas bien". Esto significa que mis hombros tienen que estar caídos y que no estaré rígido, por eso tendré descompensado el cuerpo. Le miro, pero no directamente a los ojos, es decir, le respeto y exijo el mismo respeto.

¿Y si se pasa de rosca?

Técnicas más específicas, por ejemplo, a los aznares que te dan la mano sin mirarte, yo se la pongo cerca pero no se la doy, entonces te miran y te encuentran sonriente... ¡Ya es tuyo!: has cambiado el escenario.

También están los que te dan golpecitos cuando hablan.

En la sociedad occidental la mujer tiene derecho a tocar más que los hombres (podéis quitarnos una miga del jersey). Y tenéis derecho a mirar durante más rato, inspeccionar. A nosotros nos resulta antipático ese comportamiento porque son señales femeninas destinadas a un público femenino y a nosotros nos gusta que nos vean machos.

Hablamos sin palabras.

Sí, con esas que suprimimos después de una coma. Por ejemplo: "¡Pero pregunta ya, (pesada)!". Esa palabra no dicha se escucha, la emitimos con el semáforo. La clave está en observar para cambiar el frame (marco).

Cuénteme.

En las parejas, por ejemplo, con tan sólo un par de gestos uno puede hacer cambiar la franja de colaboración a la de indiferencia; de hecho se usa mucho para mantener el interés del otro. Los que cambian los escenarios lideran las relaciones humanas.

¿Y si quiero oyentes entregados?

En una conferencia la gente escucha unos cinco minutos, luego se evade. Lo primero es captar la atención y lo segundo estimular el interés, lo que sólo sucederá si lo que dice les propone un beneficio o les evita un problema. Las explicaciones déjelas para el final. Pero lo esencial para que te escuchen es que tú hayas escuchado primero.

 
 

jueves, 7 de octubre de 2010

HAGAMOS UN TRATO.



"Hagamos un trato", le dijo ella, "si tú me das una vida larga yo a cambio te prometo aprovechar todos y cada uno de los días de mi vida". Ella supo, aunque no recibiera ninguna señal de la otra parte, que el trato estaba hecho. y cumplió su parte del trato.

Tenía unos cinco años cuando hizo el trato. Era la menor de cuatro hermanos. Sus padres se dedicaban al vino, tenían un par de viñas que les permitían malvivir. Pero llegaron varios años de malas cosechas y las cosas fueron a peor, vendieron una viña y pudieron mal comer un par de meses, luego tuvo que venderse la otra, y pudieron mal comer un mes. El padre, buscando un dinero que no encontraba en el campo, se hizo guardia civil, y fue destinado a Oyón, cerca de Logroño. Pero el jornal tampoco era suficiente para una familia de 6 individuos y los dos hermanos mayores abandonaron su mundo e ingresaron en un monasterio él, en un convento ella. Ella por su parte, junto a su otra hermana, se quedaron en la casa familiar, ayudando en las viñas de otros más afortunados que ellos cuando hacía falta y en la casa todos los días.

Pasaron los años y a pesar de tener pretendientes ninguno la satisfacía así que un día antes de acostarse dijo "hagamos un trato, tú me encuentras un buen hombre y a cambio yo prometo dar un hijo a tu iglesia". Al día siguiente un nuevo guardia civil se presentó en el cuartel. Nada más verle supo que su trato había sido aceptado. No era guapo, tampoco feo, más bien serio y reservado, y era para ella. Alguna otra mujer, mujerzuela diría ella, trató de quitárselo, incluso una vez persiguió a una de ellas, la más fulana de todas diría ella, con la pistola de su padre. Nadie sabe que hubiera pasado si la pistola hubiera estado cargada. Al final, el chico reservado se atrevió a pedir su mano, y el padre, quizá por miedo al genio de ella, quizá por amor a ella, se la dio. Se prometieron y decidieron casarse un año más tarde, cuando tuvieran suficientes ahorros, pero un gallego tenía otros planes para ellos y para el resto del país. Se declaró la Guerra Civil. A su hermano lo sacaron del monasterio, le cambiaron el crucifijo por un fusil y lo mandaron a Madrid. A su prometido le mandaron a combatir a la República. "Hagamos un trato", dijo ella, "tú me los devuelves sanos y salvos y yo te doy otro hijo". Los dos volvieron, uno de ellos de vuelta al monasterio, el otro a su cama.

Hastiado de los horrores de la guerra, de las matanzas, asesinatos y abusos posteriores, su marido abandonó el uniforme y con el dinero ahorrado compraron viñas en el pueblo natal de él, donde las tierras y las vides eran de las mejores de la comarca. Y llegaron los hijos, a la primera la llamaron como a su hermana mayor, ya monja en un convento en los alrededores de Bilbao. Puede que el último trato fuera tomado al pie de la letra, puede que fuera la fatalidad, en cualquier caso la siguiente murió a los pocos días de nacer. Se lloró en la casa por la niña apenas conocida pero poco, no había tiempo para ello, había bocas que alimentar, viñas que trabajar. Posteriormente vinieron tres niñas más. Los chistes eran constantes en el pueblo sobre la cantidad de mujeres que había en su casa, "hay más rajas en tu casa que en las paredes de mi casa" se oía decir en la taberna. Pero él callaba, agarrado a su vaso de vino, y cuándo era necesario también daba sus pinchazos. La vida era dura en aquellos tiempos de miseria y hambre. Para poder alimentar a su mujer e hijas, él tuvo que ser el peón de los terratenientes locales y sólo los domingos le quedaba libre para trabajar en sus viñas. Tenía que escabullirse de madrugada para que el cura no le viese y volvía a la hora de la siesta. Pero como nada escapa a los ojos del Señor un día el cura le pilló, sudado y manchado con la azada al hombro. "¿No sabes que está prohibido trabajar los domingos?, es el día que Dios descansó". El hombre dejó la azada en el suelo, y le respondió, "como diría mi mujer, hagamos un trato, usted se encarga de que Dios alimente a mi familia y yo descanso el Domingo", a lo que el cura sólo pudo responder, "si te vuelvo a ver, tendré que denunciarte a la Guardia Civil". Desde ese día, Dios guió los pasos del cura por otros caminos, o eso diría ella. Cuando la hija mayor tuvo la edad suficiente entró de sirvienta en la casa de los más ricos del pueblo, y todas las semanas daba su paga, y alguna que otra sobra de la mesa que recogía, a su madre. La siguiente, por mediación de su tía monja, fue internada en un colegio de monjas y acabó convirtiéndose ella misma en una de ellas, cumpliéndose con ello el trato sellado varios años antes. Las tres pequeñas siguieron en el colegio del pueblo, llenando la casa de risas, y de vez en cuando de lloros.



Entre alegrías, penurias, risas y lloros, los años se fueron dejando atrás, aparecieron los novios y más tarde los maridos, y con ellos se fueron las hijas y llegaron los nietos. De nuevo la casa se llenó de pañales, biberones, peleas entre niños, y risas infantiles. Todos los veranos las hijas venían a pasar unos días con sus padres, algunas dejaban a los hijos los meses de vacaciones. Los niños iban y venían dejando tras de ellos puertas abiertas por las que entraba el calor y se escapaba el frescor y el grito del abuelo "esa puerta... Ya verás cuando te coja". Un día a ella le tocó ir al médico, el cual le dijo ""tiene usted una edad ya avanzada por ello es recomendable que deje de beber vino, quítese la sal de las comidas y tenga cuidado con el colesterol", a lo que, mirándole a los ojos, le respondió, "la vida sin un trago de vino, un poco de sal y una guindillita que de sabor a las comidas, ni es vida ni es nada, así que, si no le importa, hagamos un trato, yo seguiré tomando un poco de vino y echando un poco de sal a las comidas y a cambio entre los dos nos ocupamos del colesterol." El médico no tuvo otra opción que aceptar el trato. Los nietos, entre trago y trago de vino de los abuelos, fueron creciendo y también ante ellos aparecieron los novios y las novias. En la boda de una de ellos algo se rompió en la cabeza del hombre serio y taciturno que junto con su mujer había creado esa familia. Ella, cerrando los ojos dijo, "hagamos un trato, si dejas que se quede conmigo unos años más a cambio prometo no maldecirte cuando te lo lleves para siempre". Puede que por miedo a su genio, puede que por su amor a ella, el trato quedo aceptado. El vivió cinco años más, aunque día a día su mente iba perdiendo facultades. Un día él, que se había enfrentado a la cárcel por ellas, empezó a olvidar los nombres de su mujer y de sus hijas, poco después él, que ni en los días más calurosos con la espalda baldada de tanto doblarse para quitar las malas hierbas había soltado un joder, empezó a insultar a presentes y ausentes, días más tarde él, que la única ayuda que había necesitado era la de su mujer, empezó a perder el control de su cuerpo. Durante los cinco años siguientes, ella sola al principio, después con la ayuda de alguna de sus hijas, le cuidó como había hecho toda su vida y nadie puede decir que ella maldijese su mala suerte ni una sola vez. Pasaron los años, y en una cama de hospital rodeado de su mujer e hijas el hombre serio y taciturno se fue como había vivido, tranquilo y sin hacer ruido. Ella lloró porque algo dentro suyo había sido perdido para siempre.


Dos años más tarde, paseando por los caminos de su pueblo, empezó a quejarse del dolor en una pierna. Preocupados, su yerno la llevó al hospital más cercano. Su estado iba empeorando poco a poco, perdió la autoridad sobre sus extremidades, y los órganos internos iban poco a poco perdiendo el interés por seguir trabajando. Los médicos y enfermeras miraban a los familiares y en voz baja decían "no quedan más que horas, días a lo sumo, para que se vaya". En su sueño comatoso, ella se dirigió a él por última vez, "hagamos un trato, deja que vea el futuro de mi familia y a cambio no iré a quejarme ante ti cuando llegue mi hora." Al día siguiente, abrió los ojos, y miró a su familia. Día a día volvió a tomar control de su cuerpo y de su vida. La recuperación no fue milagrosa, fueron varios los meses los que tardó en volver a acercarse a lo que había sido. El médico cuando veía una botella de vino no podía evitar sonreír. Los nietos le dieron bisnietas, y ella, sin responsabilidades por primera vez en la vida, jugaba con ellas, les hacía ropa de encaje y disfrutaba de la vida, como había hecho siempre. Dos años más tarde, murió, tranquila y sonriente y nadie entendió el significado de sus últimas palabras, "has cumplido tu parte del trato."
http://lacomunidad.elpais.com/johnny-99/2010/10/7/hagamos-trato

LA CRISIS, UNA ESTAFA DETRÁS DE OTRA




La Real Academia Española de la Lengua define de dos modos el verbo estafar.


Como pedir o sacar dinero o cosas de valor con artificios y engaños y con ánimo de no pagar.


Y en sentido jurídico, como cometer alguno de los delitos que se caracterizan por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio.


1.- Por eso yo creo que el término de estafa es lo que mejor describe lo que han hecho continuadamente los bancos, los grandes especuladores y la inmensa mayoría de los líderes y las autoridades mundiales antes y durante la crisis que padecemos.


Los Estados le dieron a los bancos privados el privilegio de crear dinero emitiendo deuda con la excusa de que eso era necesario para financiar la actividad de las empresas y los consumidores. Pero en los últimos treinta años, la banca internacional multiplicó la deuda para financiar los mercados especulativos y para ganar dinero simplemente comprando y vendiendo más dinero, y no para financiar a la economía productiva.


Esta es la primera estafa.


2.- Para disponer de recursos adicionales a los que le depositaban sus clientes, la banca ideó formas de vender los contratos de deuda y los difundió por todo el sistema financiero internacional.

Pero al hacerlo, ocultaba que millones de esos contratos no tenían las garantías mínimas y que al menor problema perderían todo su valor, como efectivamente ocurrió. Actuando de esa forma y tratando de elevar cada vez más la rentabilidad de sus operaciones, la banca fue asumiendo un riesgo cada vez mayor que ocultaba a sus clientes y a las autoridades y que transmitía al conjunto de la economía.


Esta es la segunda estafa.


3.-- Para llevar a cabo esas estafas, la banca recurrió a las agencias de calificación que actuaron como sus cómplices corruptos engañando sistemáticamente a clientes y autoridades indicando que la calidad de esos productos financieros era buena cuando en realidad sabían que no era así y que, por el contrario, se estaba difundiendo un riesgo elevadísimo porque eran, como se demostró más adelante, pura basura financiera.

Esta es la tercera estafa.


4.- Los grandes financieros consiguieron que los bancos centrales fueran declarados autoridades independientes de los gobiernos con la excusa de que éstos podían utilizarlos a su antojo y de que así era mejor para lograr que no subieran sus precios. Sin embargo, lo que ocurrió fue que con ese estatuto de "independientes" los bancos centrales se pusieron al servicio de los bancos privados y de los especuladores, mirando a otro lado ante sus desmanes.

Y así, en lugar de combatir la inflación permitieron que se diera la subida de precios de la vivienda quizá más alta de toda la historia y constantes burbujas especulativas en numerosos mercados. Y lejos de conseguir la estabilidad financiera lo cierto fue que durante su mandato "independiente" también hubo el mayor número de crisis financieras de toda la historia.



Esta es la cuarta estafa.



5.- Para generar fondos suficientes para invertir en los mercados especulativos cada vez más rentables, los bancos y grandes financieros lograron, con la excusa de que eso era lo conveniente para luchar contra la inflación, que los gobiernos llevaran a cabo políticas que redujeran los salarios y aumentaran así los beneficios de dichos bancos (que en su mayor parte van a Ahorro en lugar de al Consumo como le pasa a los salarios), y la progresiva privatización de las pensiones y de los servicios públicos.


Esta es la quinta estafa.


6,- Cuando el riesgo acumulado de esa forma estalló y se desencadenó la crisis, los bancos y los poderosos lograron que los gobiernos, en lugar de dejar caer a los bancos irresponsables, de encarcelar a sus directivos y a los de las agencias de calificación que provocaron la crisis, por lo contrario, les dieran o prestaran a bajísimo interés varios billones de dólares y euros de ayudas con la excusa de que así volverían enseguida a financiar a la economía. Pero en lugar de hacer esto último los bancos y grandes financieros usaron esos recursos públicos para sanear sus cuentas, para volver a tener enseguida beneficios o para especular en mercados como el del petróleo o el alimentario, provocando nuevos problemas o que en 2009 hubiera 100 millones de personas hambrientas más que en 2008.


Esta es la sexta estafa.


7.- Los gobiernos tuvieron que gastar cientos de miles de millones de dólares o euros para evitar que la economía se colapsara y para ayudar a la banca. Como consecuencia de ello tuvieron que endeudarse.


Como los bancos centrales están dominados por ideas liberales profundamente equivocadas y al servicio de la banca privada, no financiaron adecuadamente a los gobiernos, como sí habían hecho con los bancos privados, y eso hizo que tuvieran que ser los bancos privados quienes financiaran su deuda.


Así, éstos últimos recibían dinero al 1% de los bancos centrales y lo colocan en la deuda pública al 3, al 4 o incluso al 8 o 10%



Esta es la séptima estafa.



8.- Como los bancos y grandes financieros no se quedaron contentos con ese negocio impresionante, se dedicaron a propagar rumores sobre la situación de los países que se habían tenido que endeudar por su culpa. Eso fue lo que hizo que los gobiernos tuvieran que emitir la deuda más cara, aumentando así el beneficio de los especuladores y poniendo en grandes dificultades a las economías nacionales.


Esta es la octava estafa.



9.- Los gobiernos quedaron así atados de pies y manos ante los bancos y los grandes fondos de inversión y, gracias a su poder en los organismos internacionales, en los medios de comunicación y en las propias instituciones políticas como la Unión Europea, han aprovechado la ocasión para imponer medidas que a medio y largo plazo les permitan obtener beneficios todavía mayores y más fácilmente: reducción del gasto público para fomentar los negocios privados, reformas laborales para disminuir el poder de negociación de los trabajadores y sus salarios, privatización de las pensiones, etc...


Afirman que así se combate la crisis pero en realidad lo que van a producir es todo lo contrario porque es inevitable que con esas medidas caiga aún más la actividad económica y el empleo porque lo que hacen es disminuir el gasto productivo y "el combustible" que los sostiene.



Esta es la novena estafa.


10.- Desde que la crisis se mostró con todo su peligro y extensión, las autoridades e incluso los líderes conservadores anunciaron que estaban completamente decididos a poner fin a las irresponsabilidades de la banca y al descontrol que la había provocado, que acabarían con el secreto bancario, con los paraísos fiscales y con la desregulación que viene permitiendo que los financieros hagan cualquier cosa y que acumulen riesgo sin límite con tal de ganar dinero...

Pero lo cierto es que no han tomado ni una sola medida, ni una sola, en esa dirección.


Esta es la décima estafa.


11.- Mientras está pasando todo esto, los gobiernos, esclavos o cómplices de los poderes financieros, no han parado de

- exigirle esfuerzos y sacrificios a la ciudadanía.

- mientras que a los ricos y a los bancos y financieros que provocaron la crisis no les han dado sino ayudas constantes y todo tipo de facilidades para que sigan haciendo exactamente lo mismo que la provocó.


Gracias a ello, éstos últimos están obteniendo de nuevo cientos de miles de millones de euros de beneficios mientras que cae la renta de los trabajadores, de los jubilados o de los pequeño
y medianos empresarios.


Esta es la undécima estafa.


12.- Mientras que constantemente vemos que los presidentes de gobiernos reciben instrucciones del Fondo Monetario Internacional, de las agencias de calificación, de los banqueros o de la gran patronal, la ciudadanía no puede expresarse y se le dice que todo lo que está ocurriendo es inexorable, y que lo que ellos hacen es lo único que se puede hacer para salir de atolladero.


Esta es la duodécima estafa.


13.- Finalmente, se quiere hacer creer a la gente que la situación de crisis en la que estamos es el resultado de un simple o momentáneo mal funcionamiento de las estructuras financieras o incluso económicas y que se podrá salir de ella haciendo unas cuantas reformas laborales o financieras.


Nos engañan porque en realidad vivimos desde hace decenios en medio de una convulsión social permanente que afecta a todo el sistema social. La verdad es que cada vez hay un mayor número de seres humanos hambrientos y más diferencias entre los auténticamente ricos y los pobres, que se acelera la destrucción del planeta, que los medios de comunicación están cada vez en propiedad de menos personas, que la democracia existente apenas deja que la ciudadanía se pronuncie o influya sobre los asuntos más decisivos que le afectan y que los poderosos se empeñan en imponer los valores del individualismo y la violencia a toda la humanidad.


Esta es la decimotercera estafa.


Lo que ha ocurrido y lo que sigue ocurriendo a lo largo es la crisis es esto: una sucesión de estafas y por eso no se podrá salir de ella


- hasta que la ciudadanía no se imponga a los estafadores impidiendo que sigan engañándola,


- hasta que no les obligue a dar cuentas de sus fechorías financieras y


- hasta que no evite definitivamente que sigan comportándose como hasta ahora.

Redactado por el Catedrático de Málaga Juan Torres

"A Garzón le destruirán sus colegas jueces, ¡buenos son...!"

José María Mena, ex fiscal jefe de Catalunya

VÍCTOR-M. AMELA  - 07/10/2010


Tengo 73 años. Nací en Villarcayo (Burgos) y vivo en Catalunya desde 1967. He sido fiscal durante 43 años. Estoy casado y tengo dos hijas y cuatro nietos. Insatisfecho con esta sociedad injusta, hay que mejorarla en tiempo inaplazable. Fui comecuras: hoy soy agnóstico apacible


¿Qué es un fiscal?

Pagado por el Estado, es un funcionario que defiende a las víctimas de un delito, acusando a sus autores.


¿Por qué quiso ser fiscal?


Mi padre lo era, y nunca me planteé otra cosa. Era el carril natural.

¿Qué aprendió de su padre?


Con ocho añitos, unos amigos y yo cogíamos fruta del huerto de un labriego..., que irrumpió blandiendo su garrote. Huimos, pero mi padre me pilló... y me obligó a regresar para pedir disculpas al furioso labriego.


Glups.


¡Sí, aún me dura el miedo! Mi padre me prohibió ser cobarde: "¡No huyas jamás, da la cara siempre!", me ordenó. Me prohibía rehuir una pelea, y me castigaba si lo hacía.


¿Cómo es eso?


Es que siempre me pegaban: era nuevo en clase (cambiábamos de ciudad por los destino de mi padre), y era el más pequeño, y poco fuerte. Y me tocaba recibir. ¡Y no podía huir, tenía que evitar el castigo de mi padre!


¿Conclusión?


Daba la cara y me pegaba. ¡Nunca huir, siempre afrontar! Un hábito que me ha sido muy útil en mi oficio: se lo agradezco a mi padre.


¿Y cómo fue ser fiscal bajo Franco?


Fui díscolo y me sancionaron: traslado forzoso... Por encarcelar a un especulador cuya codicia e imprudencia provocó la muerte de tres trabajadores... Aquel día de 1965, levantando esos cadáveres y viendo la sumisión temerosa de los demás trabajadores, me dije: "Tú eres un niñato, ¡y esto es la guerra!", y sentí crecer dentro de mí un compromiso.


¿Qué compromiso?


Profesional, pero a la vez integral, ético, íntimo... Acuciante, y definitivo.


¿Qué retocaría hoy de nuestra justicia?


Aplaudimos cuando la Audiencia Nacional enjuició a Pinochet, aplaudimos cuando se enjuicia a gorilas sudamericanos o a salvajes africanos... Pero al tratarse de Franco..., ¡ah, no! Ahí la justicia universal se suspende. Esto es una asignatura pendiente.

Nuestros jueces no buscan aprobarla.


Tienen un concepto arcaico de la justicia: suman soberanía nacional e independencia, y el resultado es tan provinciano... En un mundo global..., ¿fronteras a la justicia?


¿Garzón ha sido víctima de esto?


Garzón ha amenazado este modelo. Y sus colegas jueces van a destruir a Garzón. ¡Buenos son sus coleguitas, ja...! Quieren conservar un modelo penal separado del mundo.


¿Es la justicia española reaccionaria?


No quedan ya jueces del franquismo, todos son nuevos..., pero conservadores por naturaleza, pues tienen un concepto conservador de la ley: memorizarla y no tocarla.


¿Usted defiende o critica a Garzón?


He llevado muchos casos estelares, mediáticos, pero al acabar soy un humilde funcionario, me escabullo a mi casa. Otros temperamentos, en cambio, gustan de la notoriedad.


¿Tilda a Garzón de vanidoso?


Que Garzón sea presumido es cuestión colateral, marginal, insustancial: ¡lo sustancial es si actúa justamente! Y yo creo que sí.


Apoya sus actuaciones, pues.


Sí, son irreprochables. Yno está solo: jueces de todo el mundo respaldan su lucha por una jurisdicción universal. Él se ha arriesgado..., y está pagando, sea o no juez estrella.


Otro asunto
garzonita es el caso Pretoria. ¿Cómo lo ve?

La Fiscalía pidió unas detenciones, y Garzón cumplió. Yo pongo la mano en el fuego por esos fiscales, los conozco bien: no hay mediatización política alguna, ¡seguro!


¿Y qué me dice de que los detenidos salieran esposados en el
Telediario?

Si esa imagen la captó espontáneamente el periodista, hizo bien su trabajo; pero si fue fruto de un pacto de alguien con el periodista..., me parece incorrecto.


¿Hay pacto para que Fèlix Millet no vaya a prisión?


¡La Fiscalía pidió su prisión! Pero el juez no aceptó. También le conozco, y seguro que no cobra de Millet: es honrado desde el punto de vista económico.


¿No lo es desde otro punto de vista?


Le llaman juez caracol porque actúa así en sus casos. Sí se sancionó rápidamente a los fiscales por decir en público lo que todos dicen dentro: afeo ese gremialismo, y que el Tribunal Superior encubra y no corrija.


¿Disfrutó enviando a alguien a prisión?


No. Eso no me reportó satisfacción. Sí ver a una víctima compensada. Y también he gozado mucho desarmando argumentos de los más empingorotados abogados de la ciudad, uno a uno. ¡Ah, qué a gusto te quedas!

¿Cómo podríamos evitar la partidización de los órganos del poder judicial?


Deriva del encono de posturas ideológicas en nuestra sociedad: hay núcleos hostiles que no se saludan al cruzarse por los pasillos... ¡Y esto se manifestará en cualquier mecanismo de designación que elijamos!


¿Cuál es hoy su mayor sueño?


Unos días, seguir comprometido como ciudadano responsable, en comités y asociaciones. ¡Y otros días, enviarlo todo a la porra y aislarme en mi casita de payés en el bosque! Y lo hago, pero esto me dura tres días.


¿Qué enseñanza transmitiría usted a sus nietos?


Honradez, solidaridad y laboriosidad. También sirve la máxima romana: Honeste vivere, neminem laedere, suum cuique tribuere.


Traducción.


Vive con honradez, no dañes a nadie y dale a cada uno lo suyo.


MORIRÉ ANTES DE TIEMPO POR ESTÚPIDO O POLITICAMENTE INCORRECTO

Me moriré antes de lo que debía ser por políticamente incorrecto o quizás por estúpido. ¡Quien sabe! Y quizás tendría hasta que ponerle una demanda a mis padres si estuvieran vivos o si me lo pienso mucho al estado como responsable civil subsidiario porque si muero antes de lo que debía es por culpa suya.
Me he pasado la vida comiendo con azúcar, disfrutando desde niño las golosinas y la bollería, agregándole sal a las comidas, saboreando la deliciosa grasa de la carne de cerdo, hartándome de rojas carnes de cadáveres animales, bebiendo vino y otras sustancias etílicas de mayor graduación, fumando puros o cigarrillos negros, cometiendo el sacrilegio de beber leche entera, degustando el pan con mantequilla al punto de sal, las fritangas y bocadillos, excitándome con el café puro y sin descafeinar, bebiendo el agua del grifo o de la fuente (¡Que delicia!).
He cometido el sacrilegio de dormir siestas, de hacer poco ejercicio apenas la vida me lo permitió o de pasar malas noches. He permanecido horas que suman años tumbado en una cama mientras me entontecía leyendo libros de literatura, filosofía e historia. Otra cantidad similar la he dedicado a oir música mientras no usaba unos auriculares para hacer deporte a la vez. He dedicado años a estar sentado escribiendo cosas que quizás nadie lea.
Durante años salí de cacería de sexo por las noches, a veces por las tardes e incluso por las mañanas. Reconozco que me he ido de putas y que con ellas he pasado momentos inolvidables en otras latitudes.
He maltratado el gusto que debí cultivar y democraticé mis preferencias o las he reducido incluyendo solamente a las altas, las bajitas, las gordas, las flacas, las rellenitas, las morenas, las rubias, las pelirrojas, las negras, las blancas, las chinas y las mulatas, las ricas, las pobres y las de clase media.
Más tarde las extendí a los diversos niveles culturales y si no lo he extendido a mi propio sexo es porque ya no me da tiempo para si la experiencia es satisfactoria cultivarla.
En resumen, que me gusta beber, que fumo, como con grasa, bebo el café expreso, me encantan las carnes rojas y aún a mi edad disfruto cuando veo un cuerpo joven y si lo tomo mucho más aún.
Dicho esto he decidido que como no me arrepiento de vivir como he vivido ni pienso cambiar no haré ninguna reclamación a nadie aunque me vaya a morir antes de tiempo. Pueden estar tranquilos.
DERALTE 

http://lacomunidad.elpais.com/deralte/2010/10/6/morire-antes-tiempo-estupido-o-politicamente-incorrecto

miércoles, 6 de octubre de 2010

LA SOCIEDAD DE CONSUMO, ESTÁ CONSUMIENDO EL PLANETA



La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.
La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.
EE.UU. consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EE.UU. apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.
«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».
Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.
El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.
El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.
Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.
Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.
Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.
Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.
Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?
El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.
El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.
Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.


La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.

Por Eduardo Galeano - Visiones

Mi madre podría ser mi abuela


Las parejas retrasan aún más la edad de tener su primer bebé - Los psicólogos advierten de los riesgos de un "abismo generacional" entre padres e hijos

JOSEP GARRIGA 06/10/2010
Joan asistió la semana pasada en Barcelona a su última clase de preparación al parto. Su mujer, Silvia, sale de cuentas dentro de tres semanas. Tendrán una niña que se llamará Valèria. Joan y Silvia tienen 30 años, pero eran los más jóvenes en el cursillo porque el resto de las parejas se asomaba a los 40. Sin embargo, ambos responden al mismo patrón español. La edad para tener el primer hijo se situó en 2008 -el último dato registrado- en los 29,3 años. Sin embargo, dos décadas antes, en 1988, era de tres años menos (26,3). Y esta tendencia no tiene visos de quebrarse, al menos entre la población española autóctona.

No existe un patrón de patologías entre los nacidos de progenitores añosos
Los expertos recomiendan marcar los roles y poner límites
"A las parejas mayores los críos les pillan cansados", dice un especialista
La empatía disminuye cuanto mayor es la diferencia de edad
Perder el referente del padre puede ocasionar un trauma a los niños
La principal razón para tener un hijo ha de ser el amor y el deseo de la pareja
Entre las razones de este cambio las hay económicas y sociales pero también científicas: los progresos en las técnicas de fecundación in vitro han provocado que muchas mujeres retrasen hasta bien entrada la treintena la edad para tener su primer hijo para así poder desarrollar antes su carrera profesional. Si antes los hijos se daban por supuestos en un matrimonio -como una consecuencia lógica- ahora tener hijos se planifica.
De esta manera, cuando Valèria se asome a la edad adolescente, sus padres rondarán los cuarenta y pico. Una edad más o menos ideal, según los expertos, para conectar y educar mejor a los hijos. En cambio, hace apenas dos semanas, el histórico diputado de Convergència i Unió Josep Sánchez Llibre fue padre a los 60 años. El diputado se acercará a los 80 cuando Daniela, su hija, empiece a salir por las noches de juerga.
¿Es bueno o pernicioso ese salto de edad entre padres e hijos? ¿Cuál es el lapso de años perfecto? Una distancia generacional se considera idónea por los expertos porque ayuda a subrayar el rol de cada uno y a mantener el principio de autoridad. Pero esa diferencia no debe ser un "abismo", como advierte el psicólogo barcelonés Joseph Knobel Freud. "El adolescente que necesita enfrentarse a su padre, echarle un pulso porque una noche quiere irse de copas, resulta que se va a encontrar con un abuelo, porque su padre tiene 60 años o más. Y con esa diferencia de edad la conectividad generacional es menor", comenta.
Knobel explica que hace apenas unos días tuvo que atender en su consulta a un padre de cerca de 50 años y a su hijo. El chaval le había dado un empujón al padre hasta hacerle perder el equilibrio y caer, porque este le agarró por el brazo para llevarle por la fuerza al instituto. "Es que ya no tengo la fuerza de antes", se lamentó el progenitor. Y este episodio puede extrapolarse a experiencias de carácter menor, como el simple hecho de enseñar a montar en bicicleta, que a veces obliga a doblar el espinazo y mantener un ritmo acelerado. "Es que les pilla cansados", argumenta Knobel. Y este alejamiento puede agrandarse, por ejemplo, con las nuevas tecnologías o las redes sociales, porque los padres mayores desconocen todo este nuevo mundo de facebook, ipod o consolas de juegos interactivos.
El psicólogo Pere Font, director del Instituto de Estudios de la Sexualidad y la Pareja, tiene 54 años. Es padre de una niña de 11 y no cree que su edad le suponga una desventaja, tanto en su caso como en el resto, para educar a los hijos, aunque admite, como su colega, que carece de las energías de la juventud. "Quizá me ha pillado más cansado y, por supuesto, no voy a levantarme a las siete de la mañana un domingo para irme de excursión o a jugar a la pelota en la playa, pero puedo enseñarle a jugar a las damas o al ajedrez. A colonias y a la playa puede ir con sus amigas".
Hay dos factores que aportan madurez a la hora de la educación de los hijos. El primero, haber tenido otro con anterioridad. Y el segundo, la experiencia que se adquiere con la edad. Eso no impide que, en algunas ocasiones, se cometan los mismos errores y se reproduzca una serie de patrones de comportamiento con los hijos que los padres se prometieron no repetir. "Es que los padres, sea cual sea su edad, reproducen en la educación de los hijos la manera en que ellos fueron educados. Son surcos marcados en el subconsciente. No repites la manera de educar, que sería sintomático, pero tampoco innovas mucho", avisa Joseph Knobel. Y lo ejemplifica en el tipo de castigos.
Lo difícil, según los psicólogos, es poner límites a los hijos. Y según el psicólogo Font, explicando su propia experiencia, a edades avanzadas se es más flexible, lo que no tiene por qué ser un inconveniente. "Las broncas con mi hija no aparecen por cualquier cosa. Y si surgen nos sentamos y hablamos. Creo que mi hija ha tenido una gran suerte al tener unos padres que han corrido mucho en la vida, que han cometido errores y que ven las cosas desde otra perspectiva".
"No existe un patrón de patologías comunes", añade Knobel Freud, "en los hijos con padres mayores. La gran patología es la falta de límites que quizá cuanto mayor es el padre más difícil es marcarlos. Hay que poner a cada uno en su sitio y remarcar la diferencia generacional. Tú eres el hijo y yo soy el padre, no somos dos amigos. Pero también creo que es algo común al resto de la sociedad actual".
A fin de imponer esa autoridad y fijar barreras infranqueables, una buena salida pasa por educar a los hijos en la cultura del esfuerzo, más enraizada en los padres de más edad y no tanto en los jóvenes. Sin embargo, no es una formación sencilla porque muchas parejas la confunden con la cultura del trueque, es decir, "tendrás una moto si apruebas los exámenes", cuando lo fundamental es estudiar para aprender, no para obtener una recompensa material o económica. "Lo importante es saber valorar lo que uno realiza", puntualiza Knobel.
La experiencia es fundamental para el quehacer diario. "Unos padres jóvenes son más nerviosos. Solo hay que fijarse en las urgencias de los hospitales, están plagadas de parejas jóvenes con los niños. Cuando eres mayor no llevas al chaval a urgencias por una mancha en la mano", comenta Font.
Pero ser padre a una edad avanzada presenta un serio inconveniente estadístico. Y aunque el argumento pueda resultar funesto, es clarísimo: por ley de vida la gente mayor se muere antes que la joven. Y perder esos referentes puede producir un grave trauma en los niños. "Si eres mayor puedes acudir al entierro de uno de tus progenitores con tu esposa, con tus hijos y con amigos de toda la vida. Es menos pesado sobrellevarlo de esta manera. Pero un adolescente, ¿qué hace? ¿Se presenta al instituto diciendo que se le ha muerto el padre?", reflexiona Knobel, quien recuerda que la edad de la pareja es un factor de idoneidad para adoptar un niño.
Es tan importante, en este sentido, el referente del padre como el de los abuelos, circunstancia que se perderán los hijos con progenitores de avanzada edad. La relación intergeneracional abuelos-nietos es primordial para el desarrollo del niño, coinciden los psicólogos, no solo porque se establece una conexión muy particular sino también por el hecho de que a veces pueden hacer de canguros y liberar a los padres durante un día o noche de esa pesada tarea. No obstante, en la sociedad actual se abusa de la figura del abuelo-canguro, que siempre es perniciosa. "Los padres han de comprar los libros, los abuelos las chuches", comenta Joseph Knobel.
Este psicólogo apunta otro factor que, en ocasiones, pasa inadvertido y que tampoco es tenido en cuenta, señala, por muchos ginecólogos a la hora de efectuar fecundaciones in vitro a edades avanzadas. Y es el hecho de poder amamantar al bebé, que en ciertas edades es fisiológicamente imposible. "Ese cuerpo a cuerpo del niño con la madre es fundamental para el psiquismo infantil", recuerda.
En cualquier caso, la principal razón para tener un hijo es el deseo, señalan los expertos. Y ese amor es el que deben transmitir los padres a sus hijos independientemente de su edad. Pero siempre hay que tener en cuenta si ese deseo es personal o compartido con la pareja o, en cambio, obedece a un rol social o a cierta presión familiar. "Cuando una mujer soltera viene a mi consulta y me comenta que quiere adoptar un bebé lo primero que le pregunto es si se lo ha dicho a sus padres", admite Knobel Freud. Y concluye: "Hay que acabar con el mito de que tener hijos es maravilloso. Quizá sí, pero es muy duro, difícil y complicado".