lunes, 23 de febrero de 2009

EL CLUB DE LAS MALAS MADRES

Hace unos días leía este excelente artículo de Lucia Etexebarria , no he podido por menos que dar mi opinión sobre un tema que me toca muy de cerca.

"Yo no soy una buena madre.. Y probablemente usted, que me lee, tampoco. Si usted ha decidido quedarse en casa y consagrase al cuidado de sus hijos es usted una madre hiperprotectora, amén de un parásito, un ser que vive a expensas de otro y a espaldas de las verdaderas preocupaciones y dificultades de la vida. Si usted trabaja fuera de casa entonces desatiende usted a sus hijos, y nadie valorará el hecho de que tenga usted que hacer verdaderos malabarismos para conciliar la vida familiar y la laboral. Nosotras, las madres de hoy, aseguran ciertos psicoanalistas, somos la fuente de todos los problemas de nuestros hijos, porque tenemos demasiada fuerza y le hemos robado la autoridad a los padres. No soy una buena madre, como no lo somos ninguna. Es lo más parecido a lo que vivíamos en la primera adolescencia. La que intimaba con los chicos era una puta, la que se resistía era una estrecha: no había término medio. A la madre nunca se le valora lo que hace y para colmo no tiene derecho a quejarse, so pena que se le diga que. es una mala madre. Nuestra sociedad es perfeccionista y quiere individuos perfectos. Supermadres de brillante sonrisa y silueta juncal, triunfadoras en todos los ámbitos, adoradas por sus maridos y respetadas por sus jefes, y criadoras de niños sanos y emocionalmente estables. Nuestra sociedad ha convertido el goce en un modelo, y el goce inmediato en el valor supremo. Y un niño no es goce ni inmediatez. Un hijo implica renuncia y perspectiva. Y sobre todo, implica aceptar que la perfección no existe. Usted, que me lee ¿está con los nervios de punta porque no le da tiempo a hacer todo lo que debería?, ¿tiene diez kilos de más?, ¿no tiene tiempo para ir al gimnasio y, si lo tuviera, lo emplearía en dormir?, ¿desearía que a veces fuera él el que se ocupara de la compra, de la colada, de los biberones y de la visita al pediatra?, ¿a veces se enfada, a veces está harta, a veces llora y a veces, mucha veces, no está en condiciones de dar lo mejor de sí misma? Estupendo. Bienvenida al Club de las Malas Madres. Recuerde: no somos las mejores pero somos la mayoría."


Bien, algunas ya hemos superado esa etapa pongamos... con 10, sí, porqué no? Pero aquí no acaba la cosa... Cuando los "angelit@s" tienen su titulación universitaria y algunos "méritos" más gracias a los desvelos y años (no quería decir "perdidos"), diré empleados en el empeño por sus santas madres, entramos en el periodo de competición.

Te observan con lupa (las niñas), - Has engordado? Ya te has comprado otro bolso? Pero ni se te ocurra preguntarles en qué emplearon el dinero que "cosecharon" por el cumpleaños... con una mirada casi te asesinan!!!

No te harán una pregunta técnica sobre un tema que dominas y si lo hacen dales la respuesta escueta y concisa, nada de añadir el más mínimo comentario o explicación.

No les hables de ese curso de especialización que te tiene ocupados los fines de semana y te lleva de cabeza... Qué osadía!! Todavía estás con el curso???

Si les llamas al trabajo... -Estoy trabajando!!! - Y yo, no te jo..ba!! Si no les llamas... - Qué, Pasas de mí? Si les llamas al móvil... siempre está apagado. Hagas lo que hagas, la cagas (perdón por la expresión, aunque cagar es un verbo de lo más correcto).

Algunas tienen la delicadeza de comunicarte alguna decisión importante, sólo de comunicante, porque todo ya ha sido meditado y decidido. Ni se te ocurra poner "pegas" porque se transformarán en prejuicios. Después, las consecuencias de todo ello sí que te va a afectar de una forma u otra y tendrás que implicarte, sin escapatoria posible.

Yo creo que ésta sí que va a ser la generación de las auténticas "liberadas" .

GLORIA G.

LENGUAS DE FUEGO

No me quedan palabras

cuando siento tu cuerpo

enredarse en el mio,

cuando siento tu aliento

encenderse en mis labios

de tu boca sedientos.


No me quedan palabras

si me asomo a tus ojos

de belleza profunda

como lagos serenos,

y el olor de tu celo

me envenena el cerebro.


No hacen falta palabras

cuando le habla mi lengua

a tus dulces fresones,

a tus cálidas simas,

al volcán infinito

que en tus muslos habita.


Cuando pierdo la brújula

en tus mares oscuros

cuando hierve mi sangre

mientras siento tu boca

saciarse en la fuente

Que en mi páramo brota

JUDY COLLINS




Judy Collins
(Judith Marjorie Collins, nacida el 1 de mayo de 1939 en Seattle, estado de Washington, EUA) empezó a actuar en público a los 13 años, pero no como cantante, sino como pianista. Subió a su primer escenario para tocar el Concierto para dos pianos, de W. A. Mozart. No cito esa circunstancia por la actualidad de Mozart, sino porque en éste su último disco –que hace el número 39 de su carrera, si las cuentas no me fallan– Collins utiliza el piano, el instrumento de su infancia, como principal y a veces único instrumento de acompañamiento. Toca en alguna pieza también la guitarra, pero el piano es la constante.
Lo primero que sorprende de este Retrato de una chica americana es que, a sus 66 años de edad (casi 67), tras 45 años de carrera (su primer disco salió en 1961), Judy Collins conserve sus facultades vocales intactas. Digo mal: mejoradas. Sigue siendo capaz de mantener los mismos agudos de cristal sin el menor esfuerzo (aparente), sigue evidenciando la misma limpieza en el fraseo (es la cantante ideal para cualquier estudiante de american english), pero se muestra cada vez más capacitada para dar a su voz sentimiento, emoción y calidez. De modo que uno puede olvidarse en seguida del mérito que tiene hacer eso a su edad y pasar a evaluar el mérito que tendría hacerlo en cualquier caso, así contara con 25 años. Lo de la edad queda para las biografías... y para las fotografías, como puede verse aquí arriba.
Y ya que hablo de biografías. Para no poca gente de mi generación, Judy Collins es, como quien dice, una colega. Algunas de sus interpretaciones (el Both Sides Now de Joni Mitchell, el tradicional Amazing Grace, el Send in the Clowns de Stephen Sondheim... y tantas otras) nos han acompañado desde los 60. Durante bastante tiempo, practiqué el rito de inaugurar cada nuevo año, tras las doce campanadas, poniendo a buen volumen su magnífica versión de Bread & Roses («Pan y rosas»), para mi gusto el mejor himno feminista que se haya escrito jamás.
Lo que para muchos de nosotros ha sido una camaradería anónima, cultivada en la distancia, para otros la ha sido muy cercana. Quienes hayan oído el Suite: Judy Blue Eyes de Crosby, Stills & Nash ya saben de qué ojos azules hablaba Stephen Stills, que estuvo prendado de ella durante bastante tiempo. Y ya dentro del terreno de los chascarrillos: quizá no todos sepáis que la primera persona que escuchó el Suzanne de Leonard Cohen fue ella. Nada más acabar de componer la canción, Cohen se metió en una cabina de teléfono, llamó a Judy y se la cantó. Ella hizo algo más que decirle que era maravillosa: la hizo suya, la grabó y contribuyó a la fama de aquel joven, arrogante y prometedor poeta y songwriter canadiense.
Este Portrait of an American Girl recién salido al mercado –su primer trabajo de estudio después de ocho años– es un producto maduro, quizá más intimista que la mayoría de los anteriores, artísticamente muy sólido, aunque emocionalmente más turbulento. Se nota que a Collins le pesa la vecindad de la vejez y la perspectiva de la muerte. Aporta incluso algunas sorprendentes inquietudes religiosas, aunque tengan sus bemoles (en el primer corte del disco, Singing Lessons, pide a Dios que le enseñe a cantar: a fe que ese don le fue concedido hace ya más de medio siglo).
La mayoría de las canciones son composiciones suyas, aunque incluye algunas ajenas, como The Song About Midway, de su tan próxima Joni Mitchell, o el How Can I Keep From Singing, de su no menos admirado Pete Seeger. El aplomo que proporciona la experiencia le permite jugársela sin correr demasiados riesgos aventurándose con una larga pieza prácticamente a capella (Wedding Song) y hasta con un recitado político (Lincoln Portrait) que evoca la figura y las palabras de Abraham Lincoln (entre otras: «Del mismo modo que no quiero ser esclavo, no quiero ser dueño»).
Admito que me puse a escuchar el CD con tan buena predisposición sentimental como desconfianza hacia las posibilidades interpretativas de la vejez. Lo primero estaba totalmente justificado. Lo segundo, comprobé de inmediato que no. En absoluto.
Javier Ortiz




http://www.javierortiz.net/voz/musica/judy-collinsportrait-of-an-american-girl











¿COMO NO AMARLE?

Cómo no amarlo esta noche de álgida tormenta.
No verlo es tortura eterna para el cuerpo y alma.
Hoy lo quiero conmigo como aquel cuadro de Matisse,
como aquellos maduros racimos de días lejanos.

Cómo no amarlo si sus besos son impecable poema,
cálida su risa de cálido verano en madrugada,
caricias, rumor de fuego latiendo en mi piel,
una copa de vino blanco sostenida por mis piernas.

Cómo no amarlo si hoy es sábado y está conmigo,
con ternura mis lágrimas seca con su lengua,
si traigo tres o cuatro nubes flotando en la cabeza
y me obsequia cientos de arco iris para iluminar la vida.

Cómo no amarlo este domingo de citas familiares
cuando se aventura en cuerda floja sobre el abismo
utilizando mi amor como alas para guardar el equilibrio
tomar el teléfono y en secreto escucho que me ama.

Cómo no amarlo este lunes cuando despierta el alba
con descomunales ecos de recuerdos compartidos,
ansiosa sangre hace girar corazones como aspas de molino
y la noche vestida de aromas palidece ante sus besos.

Cómo no amarlo este martes de malas noticias:
ataque terrorista contra inocentes niños,
civiles defensores acribillados en Oriente
una vieja amante abandonada en una casa en ruinas.

Cómo no amarlo este aburrido miércoles
cuando todo es posible si recibo una carta
con enormes palabras que serenen la angustia
y el silencio se derrite al escuchar su nombre.

Cómo no amarlo este jueves o aquel viernes
raíces del fin de semana que tanto espero
para darle sentido al calor de los cuerpo
y encontrar una fecha inexistente en el calendario

para decirle cuánto, cuánto lo amo.

Por Lina Zerón


LA PALABRA

Porque con una palabra podemos perder o ganar un amigo.
Alguien dijo una vez: "Las palabras son los peldaños de la escalera de nuestra comunicación".
Así pues, hemos de cuidar que cada tramo esté bien construido, que no sea resbaladizo, que no esté carcomido, que no provoque más caídas o problemas en nuestra relación con los demás. De ahí que siguiendo las definiciones orientales elijamos bien nuestras palabras, los peldaños de la escalera de una buena comunicación.
Ya que:
Una palabra cualquiera puede ocasionar una discordia.
Una palabra cruel puede destruir una vida.
Una palabra amarga puede provocar odio.
Una palabra brutal puede romper un afecto.
Una palabra agradable puede suavizar el camino.
Una palabra a tiempo puede ahorrar un esfuerzo.
Una palabra alegre puede iluminar el día.
Una palabra con amor y cariño puede cambiar una actitud.

¡ELIJAMOS BIEN UNA PALABRA, HOY!

Porque con una palabra podemos perder o ganar un amigo.

Eduardo Criado