Acababa de cumplir 17 años, trabajaba en Discolibro, una distribuidora similar al “Círculo de lectores”. Hacia una semana que nos habían prohibido encuestar por la calle, y ahora nos dedicábamos a la “puerta fría”. Estaba desaminado, aquel día, a mi grupo le había tocado la zona “Sarriá-San Gervasio”, un barrio residencial de clase alta, donde era muy difícil colocar suscripciones.
Fui vigilando porterías, hasta que encontré una en la que no estaba el conserje, me colé rápidamente y subí al ático, salí del ascensor, y llamé al timbre. Noté como alguien atisbaba por la mirilla, al cabo de unos segundos, la puerta se abrió, y apareció una mujer alta, rubia, de unos cuarenta y tantos años. Iba enfundada en un albornoz blanco y me recibió con una sonrisa. Yo estaba cortado, apenas acerté a balbucear. –Estamos haciendo una encuesta…
-Siento recibirte así, me dijo, el servicio tiene el día libre, y mi marido está de viaje. Acabo de tomar un baño, pasa a la cocina, ya te atenderé yo misma- . La seguí por el pasillo y desembocamos en una cocina enorme.
–Estaba desayunando, ¿has probado marrón glacé?- , me dijo mientras me partía un trozo con los dientes.. El albornoz se abrió por un momento, y dejó entrever un cuerpo maduro pero intenso, los pechos pugnaban por escapar de su dulce prisión.
-Mira, aprovecho que estás aquí para que me asesores sobre música, se nota que eres un expert- . Me cogió de la mano y me acompañó a un enorme salón dominado por un carísimo equipo de Alta fidelidad. Pinchó "El sueño de amor" de Liszt, y sin dejarme contestar, me llevó hacia el dormitorio.- Siéntate en la cama, se escucha mucho mejor-
En ese momento, su albornoz se deslizó hacia el suelo dejando al descubierto un cuerpo afrutado, maduro y fragante como una guayaba.
Me quedé mudo, no sabía por dónde escapar. -¿Es la primera vez verdad?, y sin decir nada, me fue desnudando poco a poco. Nunca había sentido nada así, creí estar soñando, cuando sus manos bajaron lentamente mis slips, creí morir. –No está nada mal, me dijo con una sonrisa, acariciando el mástil, que amenazaba con reventar.
Túmbate en la cama y cierra los ojos, no lo abras hasta que yo te diga. Me tendí en el lecho y cerré los ojos. De repente sentí sobre mi boca un aroma cálido y húmedo, y un suavísimo bello se me enredaba en los labios. Abrí los ojos y apenas pude ver sus poderosos muslos y su vientre dominando mi cara. – Solo tienes que libar de mi flor, nunca has comido nada igual. Deslice mi lengua entre sus pétalos y ella empezó a moverse de arriba abajo lentamente y a proferir unos suaves suspiros, noté que todo yo me venía abajo, y me despeñé como un torrente… la miré avergonzado. –No pasa nada cariño, a tu edad, eso tiene fácil remedio, y acarició mi niño de arriba abajo con su lengua. Cuando lo introdujo en su boca y lo lamió con dulzura, creí morir de placer. – Ahora aguantarás mucho más,- y poniéndose a horcadas sobre mí, comenzó a cabalgarme lentamente, sus pechos saltaban como blancas palomas a punto de levantar el vuelo, fue aumentando el ritmo poco a poco. No sé cuanto duró aquello, de repente lanzó un suspiro largo e intenso y me galopó con furia, yo sentí que mi cuerpo se fundía en una corriente de lava y perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba solo, la busqué por toda la casa, pero no pude encontrarla, me lavé en el bidé como pude, me vestí en un instantes y salí escaleras abajo. No se lo conté a nadie, ni siquiera a mi mejor amigo.
Toda la semana estuve esperando a que llegara el jueves para volver a visitarla, soñaba con ella, y varias noches manche mis sabanas con su recuerdo. Llegó el día, y me acerque con sigilo al portal, cuando estaba abriendo la puerta del ascensor, sentí una voz a mi espalda. -¿A dónde va, caballero?. –Al ático, respondí titubeando. -¿Al aticó? , pero si no vive nadie.
Si, respondí, una señora rubia …
-Esta Ud loco me interrumpió, la señora murió hace seis meses.
-¿Cómo dice?- pregunte incrédulo.
-Salió en todos los periódicos, se enamoró locamente de un hombre mucho más joven, cuando este la abandonó no pudo soportarlo y se arrojó por la terraza.
Salí corriendo sin contestar y durante una semana me encerré en casa, no hacía más que pensar en ella, todas las noches se me aparecía en sueños envuelta en su albornoz y hacíamos el amor con locura. Perdí el interés por todo, adelgacé cuatro kilos en unos días. Solo esperaba la llegada de la noche para tenerla entre mis brazos y amarla con una pasión deseperada. Una noche no volvió más, cuando desperté me encontré sobre la mesita de noche, un retazo de albornoz blanco, me lo llevé a los labios, y un perfume inolvidable me inundo el alma, sin lugar a dudas aquel aroma, era su aroma.