Siempre fue un pueblo próspero, los vecinos eran trabajadores y habían
fundado talleres y cooperativas agrícolas para comercializar sus
productos. Contaba con hospital, escuelas, y un instituto de enseñanza donde los
jóvenes se formaban sin tener que desplazarse, y había también un banco.
Los vecinos guardaban en él sus ahorros, porque pensaban que
más seguros estarían allí que bajo el colchón, además podían pedir créditos para
ampliar sus negocios o para cambiarse de casa, la economía iba viento en popa,
y la gente se endeudaba con préstamos a largo plazo confiando en que no tendrían
problemas para devolver el dinero, el banquero por su parte, concedía
alegremente hipotecas y créditos dudosos, porque eso le permitía ganar mucho
más dinero y hacerse millonario sin apenas riesgo.
Pero llegó la sequía. Aquel año apenas llovió, las cosechas
fueron ruinosas y los deudores no pudieron pagar los recibos, negociaron con el banco para re financiarlos con la esperanza de que el año próximo sería mejor, pero llegó el nuevo año, y
una helada destruyó todas las yemas en flor, y la granizada acabó con la
incipiente cosecha, dejando los campos convertidos en eriales.
Se reunieron en el ayuntamiento las fuerzas vivas, y el
banquero confesó que las arcas estaban vacías y que no había fondos para
devolver el dinero a los depositarios y mucho menos para amortizar los créditos
que este a su vez había adquirido con entidades mayores, o se buscaba una
solución, o el banco se declararía en quiebra.
Algunos concejales propusieron una moratoria para devolver
los préstamos esperando que la economía repuntase, con un
poco de paciencia las aguas volverían a sus cauces y la próxima vendimia serviría
regularizar las cuentas, pero los delegados,
temerosos de perder sus privilegios se
negaron en redondo y amenazaron con cerrar definitivamente si no recibían
ayudas del municipio.
Como el alcalde y varios ediles tenían intereses en la
entidad, decidieron subir los impuestos y recortar gastos para poder reunir el
importe suficiente y rescatar al banco. En poco tiempo recapitalizaron sus arcas,
y sanearon sus balances , pero en vez de renegociar de nuevo los préstamos,
reclamaron judicialmente a los deudores, con lo cual, muchos vecinos fueron desahuciados
y las cooperativas tuvieron que cerrar por falta de liquidez.
El instituto
cerró y los niños tuvieron que trasladarse cada día a 30 kilómetros para seguir
estudiando mientras que el hospital se vendió a una empresa privada y los
vecinos hubieron de pagar los servicios médicos que antes eran gratuitos.
Los trabajadores de la
cooperativas y los agricultores, se quedaron en el paro, los pequeños talleres cerraron por falta de pedidos, y los comercios bajaron sus puertas al perder la clientela, la gente empezó a emigrar y en un par de años, el próspero
pueblo se transformó en un desierto, ¿quien salió ganando de este desastre?. El
banquero se retiró con una pensión millonaria, y los accionistas, con el dinero
del pueblo, montaron otras entidades en la capital donde continuaron enriqueciéndose
sin que nadie les pidiese responsabilidad alguna.
Hace unas semanas los pocos
vecinos que aún quedan en el pueblo, se manifestaron delante del consistorio
exigiendo responsabilidades y soluciones, pero el alcalde llamó a la guardia
civil y fueron dispersados por la fuerza
con el resultado de varios heridos y alguna detención. Por su parte el
consistorio ha vuelto a aumentarse el sueldo y siguen manteniendo los coches
oficiales y las prerrogativas que su cargo les exige, en el último pleno se le
escucho decir al teniente de alcalde
mientras abandonaba su sillón "pa lo que me queda en el convento, me cago
dentro", los micrófonos a veces nos juegan malas pasadas.
JUANMAROMO