Mostrando entradas con la etiqueta SIRENA´. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta SIRENA´. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de septiembre de 2010

LA SIRENA DE LOS OJOS VERDES



Él era un navegante experto. llevaba muchos años surcando las procelosas aguas de la red, y había salido airoso de vientos y galernas. Una noche, se sintió atraído por una música irresistible y ancló si nave en puerto desconocido. Se detuvo durante unas horas a escuchar esos cantos, que como a Ulises le atraían de una manera irrefrenable. Partió a la media noche, pero al día siguiente volvió a recalar en aquellas playas. La música seguía sonando embrujadora, pero aquella tarde, había una sirena entre las rocas. Sus ojos esmeraldas emanaban una sonrisa triste y melancólica, pero inquietantemente hermosa.
-Quien eres tú?,- preguntó el navegante, pero ella permaneció en silencio, solamente sus ojos parecían hablar por ella, como respuesta, le cantó una hermosa y triste melodía, y en un momento desapareció entre las olas.
El marinero quedó prendado de su belleza, y cada noche se acercaba a escuchar sus cantos en silencio. Un día, antes de partir, le dejó una canción encerrada en una botella. Mientras zarpaba, pudo ver como ella, se la acercaba al oído, y cerraba los ojos.
A partir de aquel día, todas las tardes, recalaba en sus aguas a escuchar sus cantos y a dejarle su mensaje musical encerrado en su cárcel de vidrio.
Pasaron los meses, y se estableció entre ellos un lazo etéreo . Cada canción, era un mensaje de amistad, de cariño y de comprensión. Aprendieron a hablarse a través de la música de tal manera que no necesitaban de palabras, cada uno elegía con precisión esa melodía, esa balada o ese potente arranque de Heavy que transmitía todo lo que habían sentido durante el día.
Una noche, la sirena de los ojos verde no apareció, la cala estaba huérfana, y el silencio solamente era roto por el lamento de los vientos y el rugir de las olas. Dejó su mensaje flotar entre las aguas y partió tristemente. Pasaron los días, y ella no aparecía, sin embargo, cada noche él le dejaba su ampolla rebosante de la mejor música que había encontrado.
Los meses se fueron sucediendo, y no volvió a encontrarla, sin embargo, cada noche, la brisa le musitaba al oído el cálido mensaje que desde algún lugar remoto ella le enviaba, y como un rito, continuó arrojando sus botellas, con la esperanza de que algún día ella las volviera a escucharlas entre las arenas de su mágica playa.