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viernes, 15 de enero de 2010

SOCIEDAD CENTRÍFUGA




Hasta hace unos años, vivíamos en una sociedad centrípeta. La familia era el núcleo alrededor del cual giraban todos su miembros, la conciencia tribal estaba muy arraigada en nuestra cultura, y se manifestaba en esa permanecía inquebrantable a un conjunto, familiar, laboral o social. Los amigos, el trabajo, el pueblo, permanecían inmutables a lo largo de nuestras vidas, siendo a la vez una protección y una cárcel.
Como en un átomo, o en un sistema planetario, cuando los satélites adquieren energía, se van distanciando del núcleo, hasta que al final acaban fuera de la órbita. Estos, a su vez, se convertían en nuevos núcleos que generaban sistemas autóctonos, pero siempre vinculados a una galaxia común que los englobaba a todos.
El cambio social que supuso la emigración del ámbito rural a los centros urbanos, la integración de la mujer al mundo laboral y las nuevas corrientes ideológicas, provocaron un “Big Bang” en la sociedad que continúa en plena diáspora. Los abuelos ya no son patriarcas, cuando dejan de ser productivos, se transforman en estorbos, los compañeros de trabajo ya nos son amigos, son rivales, y la familia, fragmentada y dispersa, se convierte en un foco de conflictos y tensiones.

La sociedad centrifuga, nos separa cada vez más, nos hace más independientes, pero a la vez más frágiles, conforme nos alejamos de nuestros orígenes, más solos estamos, y somos presa fácil de la soledad, la angustia y la depresión, las fuerzas gravitatorias de la religión y las costumbres, no han sido sustituidas por nuevos lazos basados en la ética y el respeto, por eso vagamos desperdigados en un vacio cada vez más irrespirable.
Somos animales sociales, pero sobre todo, necesitamos afecto, comprensión y autoestima que tan solo una familia nos puede proporcionar, puede que tengamos que reinventar una nueva célula de convivencia, pero lo que está claro es que por este camino, acabaremos diluidos y dispersos en el inmenso universo de nuestro vacío.


JUANMAROMO