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lunes, 15 de septiembre de 2014

PIDO LA PAZ Y LA PALABRA

Parece ser que de un lado y otro de la plaza hay interes en no explicar la verdad. La manifestación del Domingo no exigia la independencia, exigia el derecho a votar como lo tienen en Quebec o en Escocia, un derecho inherente a la democracia y que ningun gobierno puede conculcar. Ni todos los que formaron la V votaran por la independencia ni todos los que se quedaron en casa votarán en contra. Que casi dos millones de personas tengan que salir a la calle a exigir un derecho fundamental me parece muy representativo del desgobierno que nos oprime, no solo a los catalanes si no a todo ciudadano que se considere como tal.
Juanmaromo

martes, 22 de junio de 2010

ME GUSTAN LOS CATALANES

Me gustan los catalanes porque a lo largo de su historia acogieron e integraron a íberos, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, judíos, árabes y toda clase de charnegos y sudacas, sin conocer los problemas que afectan ahora a Francia; es un ejemplo.

Me gustan los catalanes porque ya el 7 de abril de 1249 el rey Jaime I nombró a cuatro prohombres de Barcelona (los paers) para dirimir los conflictos de la ciudad sin violencias ni reyertas. Esos hombres sabios, que pasaron a cien en 1265 (el Consell de Cent), iniciaron el sistema del gobierno municipal de Barcelona. Gracias a ellos reinó allí la concordia, y antes de empuñar las armas refirieron siempre emplear la razón.

Me gustan los catalanes porque en toda su historia no han ganado ni una sola guerra, y encima les da por conmemorar como fiesta nacional una de las batallas que perdieron en 1714 a manos de las tropas de Felipe V de Borbón.

Cataluña había dejado de ser una nación soberana. Desde entonces, cada 11 de septiembre muchos catalanes y catalanas, como hay que decir ahora, se manifiestan para reclamar sus libertades.

Me gustan las catalanas porque una de ellas, joven y bien plantada por cierto, no vaciló en pegarse a mi espalda durante cuatro días en el asiento trasero de una Vespa cuando recorrí la península en pos de Prisciliano.

Me gustan los catalanes porque tienen de emblema un burro tenaz, trabajador y reflexivo, muy alejado del toro ibérico cuyas bravas y ciegas embestidas lo abocan a la muerte. Estos animales son de una raza registrada, protegida, y prolíferos sementales. Al igual que el cava, se exportan a numerosos países para mejorar la especie autóctona, como a Estados Unidos, donde crearon el Kentucky-catalan donkey. Y allí no piensan, ni mucho menos, en boicotearlos.

Cierto es que en el carácter catalán confluyen las virtudes del asno. Pero los rasgos diferenciales no se limitan a los de este cuadrúpedo. La población catalana se define por una doble característica: el seny y la rauxa . El seny implica sabiduría, juicio mesurado y sentido común.. Tenía seny aquel catalán que iba en un compartimiento de un tren al lado de la ventanilla. Tiritaban de frío y los otros pasajeros le pidieron que la subiera: «Es igual», contestó a varias solicitudes, hasta que un mesetero se levantó furioso y alzó la ventanilla... ¡cuyo cristal estaba roto! «Es igual», volvió a repetir el buen hombre con toda su santa cachaza. Al seny le responde la rauxa, asimilable a la ocurrencia caprichosa, la boutade (frase ingeniosa y absurda). Cuando de joven el surrealista Dalí iba en el metro y veía a un cura con sotana, le decía: «Siéntese, señora».

La alianza de estas dos facetas en un solo individuo forma el carácter catalán, que se comunica, se comparte y se aprecia. El otro día al regresar a París en avión desde Barcelona quise ayudarle a un pasajero, dada la exigüidad del espacio, a ponerse el abrigo: «No, por favor, no se moleste, que bastante trabajo me cuesta a mí sólo»

Me gusta Cataluña porque allí, según Arcadi Espada, don Quijote recobró la razón, sin duda contagiado por el seny. Me hubiera dado mucha pena que el Ingenioso Caballero muriera loco. Me gusta Cataluña en fin y sobre todo porque uno de mis hijos eligió su capital para vivir en ella por ser una ciudad abierta, tolerante y discreta.

*Firmado: *Ramón Chao, músico, escritor y periodista, Caballero de las Artes y las letras por el Gobierno Francés. Y padre del cantante Manu Chao.

viernes, 27 de noviembre de 2009

EL PESO DEL PAPEL


TOÑO VEGA
JOAN BARRIL
¿Cuánto pesa el papel? El papel en blanco pesa más bien poco. Para que realmente el papel se convierta en una mercancía preciosa hay que escribir algo sobre él. A veces lo más valioso es una cifra. A veces basta con una declaración política. Para los ciudadanos más comunes, el papel más preciado es el que acoge el teléfono de la persona deseada. Y el papel impreso sirve para tomar en serio las palabras que van a ser escritas y para recapacitar sobre las palabras que vamos a leer. Yo escribo, tú me lees. Tu me respondes, yo estoy en desacuerdo. Yo te matizo, tú te mantienes en tus tesis. Y mañana nos tomamos un café juntos. Eso es el papel y eso es la libertad de prensa.
Pero existe una gente que no ama ni la letra ni los argumentos y que solo usa las palabras como proyectiles para hundir al que suponen contrario. Los unos y los otros han llegado al campo civilizado del pensamiento escrito. Pero ahora vemos que algunos comparten la escritura, pero abominan del pensamiento, porque el pensamiento ha de tender precisamente a la búsqueda de la verdad. Pero la verdad se oculta en las ideas preconcebidas. Eso es lo que está pasando en España. Se quiso hacer una España abierta y distinta y, en vez de acudir a las armas como ha sido costumbre, la España de siempre, la que no puede pensar porque tantos años de poder la han privado del fértil sentimiento de la duda, ha recurrido a las palabras.
Debo decirles que, en mi creciente escepticismo en torno a la manera de entender la política catalana, hacía tiempo que no me sentía tan orgulloso de pertenecer a un oficio capaz de publicar de común acuerdo un editorial como el que ayer publicaron diarios cuyo denominador común era la catalanidad de sus planteamientos. Entre esos diarios había publicaciones que no ocultan su independentismo y otros periódicos de cariz liberal-conservador. Veremos qué hacen en los próximos días algunos de los diarios que se reclaman de la globalidad o del progresismo español. Y otros, como siempre, gastaron ayer un día de su vida para encontrar algún elemento torticero con el que enfrentarse a lo que ellos consideran «el pensamiento único». El diario El Mundo llegó a afirmar en primera que «es imposible decir más falsedades con peor intención en menos espacio». Lo dice el periódico que más espacio y durante más tiempo ha mentido intencionadamente sobre la realidad catalana.
A los que nos sentimos realmente interesados por España, por su cultura y sus gentes, nos entristece comprobar cómo España solo se sostiene con la invención del enemigo común. Nos sabe mal esa idea excluyente de entender las lenguas ajenas no como una riqueza, sino como un agravio. Nos preocupa que entre la verdad revelada de una España cerrada se vaya echando la leña al fuego de una separación –al menos mental– que empieza a ser inevitable. Que no se preocupen El Mundo y sus creyentes: a veces basta el peso de una hoja de papel impreso para que provoque el dolor de esa enfermedad opulenta que es la gota. Digan lo que digan, jamás dejaré de interesarme por España, donde tantos amigos tengo y tendré. Pero gracias a El Mundo y sus adláteres dejaré de ir a España como ciudadano y me limitaré a gozar de España como turista. Eso, claro está, mientras el Tribunal Constitucional y sus voceros no me dejen tirado en la frontera como a un inmigrante cualquiera. Una vez más me pregunto: pero, ¿a esos usurpadores de España, qué coño les hemos hecho?

jueves, 11 de septiembre de 2008

"LA DIADA " Festa nacional de Catalunya



Todos saben que la Diada --el día que, desde mucho tiempo atrás, los catalanes declararon emblemático de su lucha histórica-- conmemora una derrota: el feroz y despiadado asalto a la ciudad de Barcelona por las tropas borbónicas, al mando del mercenario inglés Mariscal-Duque de Berwick, el 11 de septiembre de 1714. Lo que ya no es tan sabido (porque lo ha venido ocultando la historiografía borbónica) es qué guerra era la que así concluía.
El 1 de noviembre de 1700 moría en Madrid el último rey español de la casa de Austria, Carlos II, a quien la historiografía borbónica ha presentado con las tintas más negras, `el Hechizado', un cretino, vástago de una familia degenerada que habría dejado hundirse a España en la postración de la que dizque la habrían sacado luego el esplendor y la ilustración de la Casa de Borbón. Todo eso es un absurdo cuento maniqueo; su parecido con la realidad es escaso o nulo.

La verdad es que (como lo señaló en sus estudios Pierre Vilar) el reinado de Carlos II marca el inicio de una recuperación económica, que hubiera sido sensiblemente mayor y más sólida sin la guerra de sucesión y su desgraciado final. Ese reinado dispensó protección a los intereses económicos españoles, teniendo un efecto de prosperidad principalmente en Cataluña, no por favoritismo alguno, sino por ser ésa la región más industrializada y comerciante de España.

Al carecer de herederos, Carlos II --bajo la presión de las intrigas pontificias y de las maquinaciones de la camarilla palaciega sobornada por Luis XIV-- redactó, estando ya moribundo, un testamento ilícito, inválido y semi-secreto, que legaba el Trono a un nieto de Luis XIV, el duque Felipe de Anjou (al que nos tocará tener que sufrir con el título de `Felipe V'); testamento nulo no sólo porque no se hizo según las formas correctas, sino sobre todo porque esa legación vulneraba lo dispuesto en el Tratado de los Pirineos de 1659 y en todos los demás preceptos vigentes del derecho internacional.

Fueron varias las razones por las que el pueblo catalán vio con enorme recelo y temor la llegada al Trono de la Casa de Borbón. No sólo los catalanes: en general una gran parte del pueblo español, principalmente en los estados de la Corona de Aragón. En otro momento volveremos sobre ello.

En la historia de los pueblos se repite a menudo un factor de derrotas, que es dejar la iniciativa a los usurpadores. Eso sucedió entonces. La Casa de Borbón perpetraba un despojo, un atropello que transgredía las normas jurídicas españolas e internacionales; mas quienes tenían intereses opuestos dejaron hacer.

La Casa de Austria tenía sobradas razones para oponer a la de Borbón su propia candidatura al Trono de España, con mejor derecho. Contaba con las simpatías de buena parte del pueblo español, y desde luego de toda la parte más consciente y menos manipulada por los poderosos (parte que entonces habitaba casi exclusivamente en las regiones orientales del país). Mas el Emperador se quedó paralizado e inactivo; cuando reaccionó, fue tarde y mal. La verdad es que, como sucede a menudo, no hubo confianza en la capacidad de respaldo popular.

A Borbón lo apoyó la mayoría de la nobleza castellana, así como una buena parte de la población de Castilla (bajo la inducción del clero secular y en particular de la Compañía de Jesús). Apoyaron en cambio a la Casa de Austria (representada por el Archiduque Carlos, que entre nosotros reinó con el título de `Carlos III' --aunque naturalmente la historiografía borbónica no le da tal denominación) los sectores lúcidos y reivindicativos del pueblo, principalmente en las regiones mediterráneas,.

El Duque de Anjou hacía su entrada por Irún el 23 de enero de 1701. El 18 de febrero de ese año llegaba a Madrid y el 8 de marzo era entronizado por los cortesanos. Perfectamente consciente de la inclinación de los catalanes a mantener su lealtad a la Casa de Austria, acude a Barcelona y celebra allí Cortes (el 8 de septiembre de 1701), recibiendo el agasajo de la aristocracia.

El Emperador reacciona. Tarde y mal, pero reacciona. El 13 de septiembre de 1703 es proclamado en Viena el Archiduque Carlos de Austria como Rey Carlos III de España.

El 14 de octubre de 1705 el pueblo de Barcelona (impulsado por el estudiantado universitario) se alza a favor de la causa austriacista, adhiriéndose al Archiduque. El 16 de diciembre lo hace Valencia. El 27 de junio de 1706 entra Carlos en Madrid, recibiendo una tardía adhesión de quienes momentáneamente lo creyeron ganador. El 29 de junio es jurado Rey en Aragón.

La contraofensiva borbónica (pese a una segunda y fugaz entrada de Carlos en Madrid en septiembre de 1710) es propiciada por la traición de Inglaterra, que abandona su causa para entenderse con la Casa de Borbón. El 29 de enero de 1712 se inaugura el Congreso de Utrecht. Hasta el 19 de marzo de 1713 mantiene su corte en Barcelona la esposa de Carlos, la Reina Isabel Cristina. Sin embargo, en una asamblea de los «Brazos» el día 9 de julio de 1713 se decide resistir a las tropas borbónicas.

En 1713 Felipe y su esposa, MªLuisa de Saboya, declaran que los catalanes son `forajidos y pillastres'. El 6 de marzo de 1714 se firma el Tratado de Rastadt entre Francia y Austria: el gobierno de París, en nombre del Duque de Anjou, renuncia a los territorios españoles de Bélgica, Luxemburgo e Italia.

Barcelona es sometida a un terrible asedio y bombardeo. Berwick --que manda las tropas borbónicas (a título de `generalísimo de las dos Coronas')--, tras haber lanzado un ataque sin cuartel, da orden de asalto el 11 de septiembre de 1714 (habiendo amenazado con pasar la población a cuchillo si se prolongaba la resistencia antiborbónica). Mallorca resiste a los borbónicos hasta el 2 de junio de 1715 en que es tomada Palma.

Destacáronse en aquella contienda civil muchos patriotas que vieron en la causa de Carlos la de una España más justa y más libre, no sometida al despotismo borbónico, una España en la que se cumplieran las leyes, un estado de derecho en el que el rey no pudiera disponer del reino a su antojo, caprichosamente, nombrando sucesor a quien le diera la gana --sin sujeción a la normativa vigente.

Entre esos patriotas mencionaremos aquí: Rafael Casanova y Coma (1660-1743), consejero jefe de la Generalidad, Doctor en Derecho, un hombre dedicado al bien común y auténtico líder de la resistencia antiborbónica; Salvador Feliú de la Penya; los guerrilleros Antonio Desvalls, Pere Barceló (Carrasclet), Bach de Roda; el general Josep Moragues (decapitado luego por los borbónicos, que hicieron que su cabeza pendiera 14 días, expuesta a la intemperie, junto a una puerta de la muralla de Barcelona); Antonio de Villarroel, general jefe de Cataluña y comandante de la plaza de Barcelona. Éste último proclamó: `Combatimos por toda la nación española'. Como lo dice Pierre Vilar, el patriotismo desesperado de 1714 no es únicamente catalán, sino español.

Frente a ellos militaron, en las filas borbónicas, algunos hombres honestos --que querían ver a España, imitando a Francia, seguir su destino-- pero también los obsequiosos aduladores de siempre, los «botiflers», así como el mandarinato --para el que el principio de la «obediencia debida» al mandato regio (el testamento de Carlos II) pasaba por encima de cualquier consideración jurídica sobre su validez o invalidez; militaron también en su mayoría las clases altas atemorizadas por el «cariz populista» que desde el comienzo se señaló en el partido austriacista.

La mitología borbónica suele presentarnos el contraste entre la España anquilosada del setecientos y la dizque boyante del ochocientos. Lo que no dice es que el siglo XVIII fue en España un siglo de apenas titubeantes pasitos (acompañados de tremendos retrocesos del respeto a los derechos humanos --p.ej. las célebres pragmáticas sanciones de Felipe V condenando a los gitanos a la pena de muerte por ser gitanos y castigando el delito de hurto con la horca), al paso que era un siglo de enormes avances en otros países; p.ej. en los estados de la Casa de Austria, donde se abolió la tortura y se impuso un principio de humanización del derecho penal, mientras que aquí la supuestamente ilustrada casa de Borbón mantuvo la tortura, la Inquisición y el sistema penal más inicuo, draconiano y arbitrario hasta que Napoleón la arrojó del poder en 1808.

Son enormes las diferencias entre la guerra civil de 1705-1714 y la de 1936-39. La Guerra de Sucesión (a la que también se llamó `guerra de España') no es un preludio del conflicto del siglo XX. Sin embargo hay similitudes significativas. Seguramente continuidades. En ambos casos hubo una lucha por la libertad. En ambos casos los defensores de la dinastía borbónica pugnan por que se quiten al pueblo ciertas libertades --si bien en 1705 sólo gozaba de esas libertades la población de las regiones orientales del país.

La tarea de unificación legislativa se podía emprender de dos modos: suprimiendo esas libertades (como lo hizo la Casa de Borbón) o ampliándolas y extendiéndolas a todos. ¿Qué hubieran hecho el Archiduque Carlos y sus sucesores? No lo sabemos. Lo que sabemos es lo que sí hizo la Casa de Borbón.


http://www.eroj.org/lp/diada.htm






Catalunya es mi tierra, mi pueblo, mi cultura y mi esencia. La tierra de mis hijos y el fúturo de mi estirpe. Catalunya es un pais iberico, como Portugal, Euskadi, Galicia, Andalucia, o Castilla. Creo en una confederación de pueblos ibéricos como una hermandad de culturas, idiomas y gentes con un origen común y con una historia compartida. Sin imposiciones, sin nacionalismos agresores y con la mano y el corazón abierto. Espero que un dia no muy lejano sepamos convivir ignorando a los politicastros y a las banderias que pretenden separarnos a base de uniformarnos y meternos a todos a la fuerza en el mismo cajón. Amo la Cultura Hispanica, la de aquí y la del otro lado del océano, y como catalán me siento particípe y forjador de tal cultura. El catalán, y todos los idiomas hermanos debe servir para entendernos, nunca para insultarnos, para hermanarnos, no para esclavizarnos. Desde aqui, un abrazo a todos los pueblos y gentes de la Peninsula Iberica y de allende los mares. ¡¡VISCA CATALUNYA!!

Juanmaromo