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jueves, 24 de febrero de 2011

POLÍTICA Y RELIGIÓN



Desde hace unos años venimos asistiendo a una guerra exacerbada de las fuerzas teocráticas por hacerse con el poder. Desde la llegada de Jomeini, los islamistas han ido extendiendo su imperio por medio mundo legislando y gobernando según su interpretación de El Corán.  La prensa occidental nos salpica a diario con lapidaciones y azotes, con la imposición del burka o con la falta de derechos de la mujer, pero no nos engañemos, esto no es exclusivo del islamismo.
La religiones monoteístas, siempre han considerado a la mujer como un ser inferior, como causa del pecado y origen de los males de la humanidad, no hay más que leer la biblia para tomar conciencia de lo que ha significado para judíos y cristianos.
Sin ir más lejos, en España y durante más de veinte años de franquismo, el padre o el marido, tenían, según “el código de honor de la sangre” derecho a matar a la esposa o a la hija sorprendidas fragante adulterio, la mujer no podía comprar, vender o abrir una cuenta corriente sin permiso del hombre. En las iglesias, se le obligaba a usar velo, manga larga y falda en consonancia, y las calles estaban atestadas de monjas ataviadas con sus hábitos correspondientes. El nazionalcatolicismo fue un engendro satánico entre la iglesia y la dictadura, un pacto de intereses que esclavizó a la mujer y permitió al “Caudillo” salir del templo bajo palio.
Si los activistas cristianos tomaran el poder político, desparecería el  divorcio, se perseguiría cualquier forma de unión que no fuera la puramente reproductiva y la mujer volvería a ser “la negra del mundo”, se penalizaría  el adulterio y los derechos del ciudadano quedarían bajo la tutela de “Los padres de la Iglesia”.
El estado laico es la única garantía de que los derechos civiles sean respetados y que la mujer no sea considerada una esclava. Cualquier forma de teocracia, sea islámica, judía o cristiana es inaceptable en pleno siglo XXI. ¡Que Dios nos libre de caer en sus garras!.