viernes, 4 de agosto de 2023

99 FORMAS DE QUERERSE MAL

 



Para llegar a quererse bien, hay que haberse querido mucho. Y de muchos modos distintos, también. Todos hemos mendigado cariño alguna vez, preguntando si nos querían e incluso cuánto nos querían. Pero rara vez nos planteamos qué tal se nos quiere. Qué tal se nos deja. Cómo se nos recuerda. Qué tal se nos olvidó.

Como ya advirtió la gran Chavela y después el mismísimo Trent Reznor, con los años uno no aprende demasiadas cosas, no nos vayamos a engañar. A lo sumo, que amarse es un deporte de riesgo que admite todo tipo de disciplinas, a cada cual más jodida y peligrosa. Por cada forma que existe de quererse bien, hay 99 maneras de quererse de mal en peor.
Ya, ya me imagino que hoy también hablo sólo por mí.
Se puede querer a cobro revertido, que es el amor de los especuladores. Para estos, lo más importante es el retorno a la emoción, por cada ilusión comprometida esperan un rédito directamente proporcional al sentimiento inicial que compense tanto esfuerzo. Nada que objetar, salvo que siempre irán por detrás de lo que realmente les podría llegar a pasar. Eso, y que el déficit es y será siempre para el que se les intente acercar.
Se puede querer con el corazón entornado, típico de amores convalecientes. Estos también se dan poco a poco, pero no porque pretendan obtener nada a cambio, sino porque saben que es fundamental haberse lamido las heridas antes de volver a exponerse a toda piel. Si rehabilitación y paciencia hacen bien su trabajo, en este caso todo acaba siendo cuestión de mucho tiempo y -por qué no decirlo ya- alguna paja.
Por ahí muy cerca andan los amores divos, los más propios que existen, esos que se quieren mucho a sí mismos a través de los demás. Narcisos vueltos cardo que se deben únicamente a su público, alguien al que dar forma a su imagen y semejanza, para multiplicar el placer que de forma natural se darían con esas manitas -por no volver a escribir paja-, mientras utilizan tus más sinceras emociones como simple amplificador.
Y a partir de ahí, decenas de despropósitos que, cogiditos de la mano, inundan los paseos dominicales de toda ciudad.
Amores taxidermistas, que matan, ahogan y disecan todo aquello por lo que un día se enamoraron de ti. Amores carceleros, que pretenden que, además, jamás vuelvas a ver la luz del sol. Amores placebo, que intentan hacerte creer que sin ellos estarías mucho peor de lo que viniste. Amores republicanos, que si no estás con ellos, estás contra ellos. Amores demócratas, que sólo parecen triunfar donde los demás la cagan. Amores perros, como ese Iñárritu, incapaces de superarse a sí mismos.
Amores taja, que sirven mientras ayuden a olvidar. Amores puente, que sólo te preparan para la siguiente relación. Amores escaparate, que varían según tendencia y temporada. Amores alfombra, que ocultan aún más mierda de la que se ve. Amores cómoda, orgasmos fingidos a partir del tercer cajón. Amores de primera, siempre con segundas. Amores en oferta, sólo hasta fin de mes.
Quererse mal y pronto. Quererse tanto por tan poco. Quererse mucho sin ser feliz.
Qué coño, quererse al fin y al cabo.
RISTO MEJIDE

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