sábado, 30 de mayo de 2020

CITA CON LA MUERTE


Le tomó el pulso a la vida en el mismo nacimiento, de niño volaba en bicicleta calle abajo sin mas freno que sus pies ni mas casco que su cabeza, robaba en los grandes almacenes como un desafio a los seguratas, conducía al filo de lo imposible y filtreaba con el vacío. Le atraían las profundidades, las aguas verdes de los pantanos, de los lagos, de los estanques, el mar y sus olas eran a la vez amantes y rivales a los que poseer y vencer. No conocía el miedo, el abismo era su reto y la adrenalina la sangre de su sangre, siempre se jactó de apurar la vida hasta las heces y de cuadrar el amor ante su estoque, presumía de capear el riesgo hacia los medios hasta cortarle el rabo y las orejas y pasearlos triunfante por la plaza. Trabajó duramente doce horas diarias durante cincuenta años conduciendo camiones, manejando explosivos en voladuras controladas, salvando vidas en incendios e inundaciones, crió cuatro hijos, tuvo diez nietos y lo jubilaron a la fuerza, pues él quería seguir ayudando a su gente.
No murió abrasado, ahogado o despeñado, no falleció compitiendo en un rally, le abandonó el corazón desesperado en una residencia de ancianos de tanto pedir un abrazo sin que nadie le hiciese caso.

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