lunes, 10 de marzo de 2008

UN CORAZÓN DESTROZADO Marta Sepulveda



Fue a mí a quien le tocó decirle a mi amiga que su novio había sido visto en varias oportunidades compartiendo entusiastamente con una chica de apreciables atractivos. Yo hubiera deseado ahorrarme y, sobre todo, ahorrarle a ella aquel desagradable momento, pero me habían designado para enfrentarla a ella con su verdad, de la manera más patética y cruda. Se lo dije. Y tras hacerlo, lloró como una Magdalena. Aunque nunca supe cómo era el llanto de aquella pecadora, cuando ví a Susana (así se llama mi amiga) hacerlo tan despellejadamente, sentí particular compasión por aquella mujer, a la que Jesús sugirió apedrear, en caso de que quienes lo hicieran se sientieran libres de pecado. Tuve que consolarla (no a Magdalena, sino a mi amiga), y explicarle algunas técnicas para sobreponerse al desengaño y disponer un corazón destrozado para volver a amar. No estoy segura de si hice o no lo correcto, pero lo cierto es que ella se sobrepuso mucho más rápido de lo que yo esperaba. Pues, apenas dos semanas más tarde, estaban ambos juntos y felices, mientras yo aún conservaba en la boca el sabor amargo dejado por la desgarrante verdad que tuve que decir a Susana. “Déjame explicarte”, me dijo, como si debiera justificarse ante mí por su rápida reconciliación. “Hablé con él, y me explicó que entre ésa mujer y él nunca pasó nada”. Admitió que salieron juntos durante un par de meses.”Es verdad que salíamos a cenar, a bailar, nos íbamos de fin de semana... y hasta dormí con ella en no más de seis oportunidades... pero entre nosotros no pasó nada más”, fueron las palabras pronunciadas por él, que indujeron a Susana a reanudar su valiosa relación. No sé qué significa la palabra “nada” para ellos, pero a mi amiga le bastó su juramento y se atrevió a defenderlo con el argumento: “Fue sólo un juego, y yo lo entiendo. Es que al final todos los hombres son iguales. Y hacen las cosas inocentemente”. Yo sólo sonreí, y antes de despedirme de ella con un beso en la mejilla, le dije: “las mujeres también”. Y me fui.

1 comentario:

Anónimo dijo...

uau... no lo puedo creer pero a veces nos cegamos para no ver los defectos de las personas que queremos por eso es mejor no meterse en problemas de pareja porque casi siempre el tercero sale perdiendo..