Erase una vez un pastorcillo
que cuidaba su rebaño. Todas las noches se acostaba con el miedo de que llegara
el lobo, pasaba las horas en vela imaginando como atacaba su ganado y le mataba
las mejores ovejas, le oía aullar a la luna y veía brillar sus ojos
sanguinarios a través de la oscuridad. Las noches pasaban y la fiera no aparecía,
pero al final estaba tan agotado de no descansar que se quedó dormido en pleno día
y el rebaño se le desperdigó por la montaña.
Cuando despertó, era de noche cerrada, solo se escuchaban
cantar a los grillos, y los únicos ojos que brillaban en la oscuridad eran de
mochuelos y lechuzas, pero de aquel rebaño inacabable solo quedaba el recuerdo
y los palos afilados con los que soñaba defenderse de unos lobos que solo
existieron en su imaginación.
JUANMAROMO