"Estamos dando la espalda a la muerte" Conxita Larrull
Ha escrito el cuento "La seva olor…" para acompañar a los niños en momentos de luto
Hay situaciones en la vida difíciles de afrontar, tanto para adultos como para niños, como la muerte de un ser querido. No existe ningún manual que explique cómo sobreponerse a esta circunstancia y, todavía menos, cómo se debe tratar a los más pequeños ante una pérdida importante. Es por ello que Conxita Larrull, especialista en educación infantil, acaba de publicar el cuento "La seva olor…", que es también una ayuda a familiares y profesores para hacer frente a esta situación.
-¿Cómo se le puede decir a un niño que su madre ha muerto?
-Se tiene que buscar el momento más adecuado, sin esperar a que pase mucho tiempo. También depende de la edad. A los 3 años todavía no se entiende el concepto de la muerte y que es para siempre. A partir de los 6 ya se tiene una noción de lo que representa. Se les tiene que hablar sin rodeos, decirles que su madre ha tenido un accidente, que no la han podido curar y que se ha muerto. También se les debe dejar claro que no la verán nunca más físicamente, para evitar fantasías. Y finalmente se les tiene que abrir una puerta de esperanza, diciéndoles que hay otras formas de continuar cerca de ella, como llevándola en el pensamiento.
-Es decir, se les debe tratar como adultos.
-Exacto, porque si les explicamos historias, todavía se desconciertan más. Ven la angustia de la familia y tienen la sensación de que se les oculta algo. Esto les crea desconfianza y malestar. En cambio, si se les dice la verdad, podrán vivir el luto y la tristeza con naturalidad.
-Muchos padres prefieren apartar a los niños y no llevarlos a tanatorios, entierros, cementerios…
-Lo hacen para protegerlos y evitar que sufran, pero en la vida hay momentos buenos y malos, y los niños deben aprender que esto es así, porque tarde o temprano acabarán encontrándoselos. Los niños agradecen mucho la sinceridad y el hecho de participar en los rituales, les hace darse más cuenta de lo que sucede. Es bueno que participen. La tristeza puede ser dura, pero es natural.
-¿Y sin sentir tristeza es difícil sentir alegría?
-Esto es así. No podemos crearles un mundo falso donde siempre estemos contentos. La tristeza hace que la alegría tenga más sentido. Lo que vale es el conjunto de emociones.
-¿Cómo le puede afectar a un niño que no se le diga la verdad cuando se le muere un ser próximo?
-Está comprobado que hay adultos que tienen problemas psicológicos por lutos mal llevados cuando eran niños. Aunque se les esconda, los niños perciben las emociones, ven cómo los padres disimulan las lágrimas. Esto puede llevar a que pierdan la confianza con los padres y la seguridad en ellos mismos. Los niños pueden pensar que la culpa es de ellos. Se pueden crear verdaderas películas e imaginarse cosas que son mucho peores que la realidad. Estos niños arrastran esta situación con los años y de adultos les acaba saliendo.
-¿Hemos perdido la cultura de la muerte?
-Sí, la hemos dejado en manos de las instituciones, como la educación de los hijos, y la estamos perdiendo, está dejando de ser algo normal. Antes la gente moría más en casa y veíamos los cadáveres. A los niños no se les podían esconder. Es más, se le decía que fuera a ver a la abuela que se había muerto y que le diera un último beso. Ahora, el cadáver pasa a manos de la funeraria, que lo aleja del entorno familiar. La muerte se deja cada vez más fuera de casa.
-También se han ido perdiendo los rituales…
-Antes eran mucho más marcados, ahora ya no tienen sentido, pero antes sí lo tenían. Se han roto muchas formas en poco tiempo y todas escondían necesidades. Vestir de negro significaba que esa persona estaba viviendo una situación de pérdida y que era necesario que se la tratara con delicadeza, con la sensibilidad que requería el momento. Ahora, el mensaje que recibe esa persona es: "Hace falta olvidar y tirar adelante".
-¿Intentar olvidar es una buena solución?
-No. Al contrario, debemos intentar retener la esencia que hacía especial a la persona que nos ha dejado. Por ejemplo, si la abuela era cariñosa, procurar ser nosotros cariñosos. Incorporar en nosotros las cualidades que apreciábamos de la gente que se ha ido. Es una manera de que estén siempre con nosotros.
-¿Y es bueno alimentar en los niños la memoria de los muertos?
-Es muy importante tener referencias de la gente que hemos querido. Cuando el niño crece, tiene más interés en conocer la familia que ya no está. Podemos hacer un libro con anécdotas y fotografías en el que participe toda la familia.
-¿Por qué ha cambiado tanto en tan poco tiempo la relación con la muerte?
-Vamos tan deprisa con todo que le damos la espalda a la muerte, no queremos tocar los temas de sentimientos. Muchos se esconden, quizás por miedo. Miran de pasar por encima para evitar sentirse apenados. La misma sociedad vive ahora muy superficialmente. No hay tiempo para más.
-En cambio, la muerte siempre acabará teniendo un tiempo para nosotros…
-Lo tenemos que tener presente y aprender de cuando fallece gente próxima a nosotros. Siempre hay cosas que quedan por decir, como ese "Te quiero" que después lamentamos tanto haber callado.
La Vanguardia