Una tarde como esta hace apenas cuarenta años, divagaba por la vida desorientado y perdido. Hacía unos meses mi chica me había abandonado y buscaba refugio en el alcohol y la música.
Era un Domingo de carnaval y una amiga a la que me aferraba como un náufrago a una tabla, me invitó a una fiesta de disfraces. Por la mañana, me compré un antifaz negro y pasé a recogerla sin mucho entusiasmo. La fiesta era en Hospitalet, por aquel entonces un suburbio de Barcelona, tomamos el metro y al poco rato nos dirigíamos hacia el local. Cuando unas chicas se acercaron a saludarnos, me quité por un momento el antifaz, y seguimos calle abajo hasta llegar al guateque.
Era un Domingo de carnaval y una amiga a la que me aferraba como un náufrago a una tabla, me invitó a una fiesta de disfraces. Por la mañana, me compré un antifaz negro y pasé a recogerla sin mucho entusiasmo. La fiesta era en Hospitalet, por aquel entonces un suburbio de Barcelona, tomamos el metro y al poco rato nos dirigíamos hacia el local. Cuando unas chicas se acercaron a saludarnos, me quité por un momento el antifaz, y seguimos calle abajo hasta llegar al guateque.
Mi primer disgusto, no había alcohol, tan solo coca-cola, fantas y similares, la música tampoco era una maravilla, un tocadiscos de maletín y los éxitos de momento. Cuando mi partenaire, se enrolló con su amigos, aproveché para fugarme al bareto de la esquina a tomarme unos cubatas, pero jodido de mí, me había olvidado la pasta en casa y sólo llevaba unos cuantos duros, así es que tuve que conformarme con uno, sin pensar que aquel olvido fue providencial.
Cuando volví a la fiesta, había empezado la tanda de "agarraos", me dirigí hacia un rincón, y me encontré con los ojos de un chiquilla menuda, tímida y preciosa iluminando la sala. Le pregunté : - ¿Quieres bailar conmigo?- aunque intuia que me diría que no, -ya estaba acostumbrado a semejantes desplantes y desprecios- pero sorprendentemente, se acercó a mí y la tomé del talle.
Era una niña tierna, de una mirada dulce y melancólica, cuando escuché su voz, quedé prendado de ella. Bailamos y conversamos el resto de la tarde, y sin darnos cuenta se hizo de noche. Cuando ya cerraban, le pedí el número de teléfono y ella gentilmente me lo escribió en la agenda. Nos despedimos, y yo salí a la calle envuelto en una nube, tuve la convicción de que algo muy importante había sucedido en mi vida.
Busqué por los bolsillos y a penas me quedaban una pesetas, no me llegaba para el billete del metro, así que subí a la playa de vías que cruzaban Hospitalet, y caminé por entre los raíles cantando y soñando despierto hasta llegar a la estación , por donde me colé sin pagar billete.
Han pasado cuarenta años, pero siempre recordaré que una tarde como hoy, encontré a la mujer de mi vida, que una tarde como hoy, por fin encontré el verdadero amor.