ORDENÓ que en sus funerales 300 nobles fueran  asaeteados. Pero parece que la «matanza de los inocentes» es leyenda. El  profesor reflexiona sobre el personaje en la semana en que se encontró su  tumba.
 
  
 
 ey de los judíos 
durante 33 años (del 37 al 4 a.C.), amado, odiado y admirado por su  pueblo y hoy resucitado gracias al hallazgo de su tumba el pasado martes en la  zona arqueológica de Herodium, próxima a Jerusalén. El primero que escribió su  vida para el gran público griego y romano, el historiador judío Flavio Josefo,  lo denominó El Grande. Herodes nació el 73 a.C. en Idumea, una región de  antiguos pastores nómadas no plenamente judíos, al sur de Israel. El padre era  idumeo y su madre, Cipro, árabe nabatea. La sangre de Herodes distaba mucho de  ser puramente judía.
 El progenitor, Antípatro, era el valido del rey Hircano II de  Israel y aprovechó para nombrar a dos de sus hijos para altos cargos. Al mayor,  Fasael, gobernador militar de Judea. A Herodes, gobernador de Galilea con poco  más de 20 años.
 Herodes había heredado la fortaleza y las ambiciones de su  padre, y actuó de modo enérgico en Galilea. Acabó por medio de emboscadas con  los bandidos de la región pero también con los aristócratas nacionalistas que  preferían como rey no a Hircano II, sino a su hermano Aristóbulo. Su actuación  fue tan efectiva, pero tan ilegal y violenta, que adquirió ya fama de bárbaro.  Entonces, el sanedrín lo convocó en Jerusalén para un juicio sumarísimo. Se  presentó con todo su ejército: colocó a sus soldados fuera del tribunal y él  mismo entró con sus armas en la sala del juicio. Insólito en Israel.
 Como la condena a muerte era segura, Herodes huyó a Siria.  Allí, los gobernantes romanos lo recibieron amistosamente. Pasado un tiempo, su  padre Antípatro (año 43) fue asesinado por otros aristócratas, enemigos también  de Hircano II. En tres jornadas, Herodes se presentó en Judea con un ejército  prestado por el gobernador romano de Siria y acabó con los asesinos.
 Herodes era muy competente en política: tras la muerte de Julio  César, fue amigo sucesivamente de Casio, uno de los asesinos de César, y luego  de Marco Antonio, uno de sus vengadores. Finalmente de Augusto, enemigo mortal  de Marco Antonio en sus últimos días. ¡Espléndida muestra de habilidad!
 Hacia el 40 a.C., un sobrino del monarca reinante, llamado  Antígono, pretendió lo mismo que su padre: recuperar para sí el trono judío.  Contaba con el apoyo de la aristocracia de Judea y Galilea, y con muchos judíos,  descontentos con Hircano II y sobre todo con el gobierno de sus validos idumeos,  Herodes sobre todo. Además, a Antígono se le ocurrió aliarse con los partos, que  invadieron Judea y entronizaron a Antígono como rey de Jerusalén.
 En un primer momento Antígono y los partos lograron matar a  Fasael, hacer que huyera Herodes y tomar prisionero a Hircano II, al que le  cortaron la oreja derecha (le inhabilitaron para seguir siendo sumo sacerdote).  Pero estas maniobras no podían ser duraderas. Antígono y los partos eran  enemigos de los romanos. Así que éstos ayudaron a Herodes: el Senado en Roma (40  a. C.) le nombró rey de Judea y le dieron tropas y dinero para luchar contra los  invasores. La unión de Herodes y los romanos logró en tres años la victoria.  Herodes hizo degollar a Antígono y desde el 37 a.C. fue rey de hecho de Judea,  mientras el desorejado Hircano marchaba al destierro.
 Para completar su triunfo, Herodes se casó con Mariamme I,  nieta de Hircano II, con lo que él -¡un rey ilegal nombrado por los romanos!-  buscaba la legalidad emparentándose con la familia real. Ya estaba casado con  una tal Doris, con la que tenía un hijo al que había puesto el nombre de su  abuelo, Antípatro. Herodes repudió a Doris y se quedó con Mariamme. A lo largo  de su vida Herodes tuvo otras ocho, algunas simultáneas, y 15 hijos. A varios  terminó matándolos.
 Dedicado a afianzar su reino, persiguió sañudamente a la  aristocracia disidente: mató a casi todos y confiscó sus bienes. Nombró a los  sumos sacerdotes a su antojo, se rodeó de un ejército de mercenarios y formó un  cuerpo de policía que vigiló de tal modo la nación que no se movía una hoja sin  que él se enterase. Tenía calabozos y salas de tortura en sótanos de palacio, y  los confidentes de la policía traían a diario a sospechosos, a los que  torturaban horriblemente. Cuenta Flavio Josefo que se formó como una especie de  estado policial.
 A pesar del terror, fue Herodes en política interior un hombre  muy brillante. Su férrea política de impuestos le permitió fundar nuevas  ciudades, la más famosa fue Cesarea Marítima. Dignificar Jerusalén  reconstruyendo el palacio real y la fortaleza Torre Antonia. Alzar un teatro, un  hipódromo... y casi hizo de nuevo el antiguo Templo de Salomón.
 En política exterior, tuvo fama de hábil y espléndido con sus  amigos. Su reinado alcanzó su máximo fulgor cuando consiguió la amistad de  Octavio, luego el emperador Augusto, cuando éste derrotó en el año 31 a.C. a  Marco Antonio y Cleopatra y se hizo dueño del mundo. Herodes se ganó la  confianza de Augusto, quien le concedió más poder y territorios. Al final,  Herodes tenía un reino superior en extensión al del rey David y Salomón. Nunca  antes otro rey de Israel le había igualado.
 Formó una espléndida corte de poetas, filósofos, historiadores  y maestros de retórica. Herodes pretendía que los judíos abandonaran su  proverbial retraso, aceptaran la cultura grecorromana y se hicieran ciudadanos  del Imperio. Fracasó. Los judíos nada querían saber de culturas extranjeras que  ponían en peligro la pureza de su fe.
 La gloria de su reinado se vio empañada por sus problemas  domésticos. También su familia sufría de la opresión que él había impuesto para  gobernar a un pueblo del que se quejaba que era su enemigo. Herodes acabó viendo  intrigas por todas partes para arrebatarle el trono -algunas fueron reales-.  Acabó matando a su mujer Mariamme, a sus hijos Aristóbulo y Alejandro y a su  primogénito, Antípatro, ¡cinco días antes de su propia muerte!
 PARTIDO DE LOS FARISEOS
 Los últimos 10 años de su reinado fueron de  turbulencias domésticas y problemas con el pueblo judío que le odiaba  cordialmente. Dos frentes se opusieron a que alguno de sus hijos siguiera con el  trono: la nobleza, sobre todo la sacerdotal, harta de su control del templo, y  el partido de los fariseos, enemigos declarados de Herodes al final. Los deseos  de ambos grupos eran la independencia de Israel bajo el mando de un sumo  sacerdote, o una suerte de protectorado romano con amplia autonomía.
 A lo largo de 33 años del reinado de Herodes murió mucha gente.  Sin embargo, la llamada matanza de los inocentes que cuenta el Evangelio de  Mateo (2, 13-18) no parece ser histórica. Las razones son: se halla en un  contexto fuertemente legendario, la historia de los magos; es en sí inverosímil,  y no está atestiguada por Flavio Josefo, que se ocupó de contar los momentos  finales de Herodes. La leyenda se montó fácilmente entre los cristianos por dos  motivos: se acomodaba a la terrible fama del monarca y, segundo, porque se supo  que Herodes había dado órdenes a Salomé, su hermana, para celebrar su muerte.  Debería encerrar en el anfiteatro de Jericó a 300 nobles y asaetearlos. «¡Así  llorará todo el país de verdad!», dijo. Su hermana no se atrevió a cumplir su  orden.
 Augusto hizo caso a medias a los detractores de Herodes. A su  muerte, dividió su reino en tres. Arquelao recibió Judea y Samaría. Herodes  Antipas consiguió Galilea y Perea, y otro hijo menor, Filipo, Iturea y  Traconítide. No tenían título de rey, sino de etnarca o jefe del pueblo.
 Herodes murió tras grave enfermedad poco antes de la Pascua del  año 4 a.C., y fue enterrado con gran pompa en el palacio-fortaleza de Herodion.  De su brillante reinado quedó poco. En unos 70 años se precipitaron de tal modo  los acontecimientos que los judíos de su antiguo reino se enfrentaron a Roma y  fueron casi barridos de la faz de Israel.
 http://www.la-verdad.org/biblia/herodes.htm